La ministra de Educación y Formación Profesional, María Isabel Celaá Diéguez, tiene de católica lo mismo que de proletaria. Esta señora de Neguri pasa por ser la católica del Gobierno de Pedro Sánchez, y luce como militante de un partido político que además de español y socialista, dicen sus siglas que es “obrero”.

Pero por más que Isabel Celaá tape sus propiedades con la manta del proletariado, son tantas y tan grandes que no hay manera de ocultarlas. En un libro del siglo XIX, titulado Los diputados pintados por sus hechos, se publicaron las biografías de los padres de la patria de entonces; dichas biografías estaban ilustradas con unas fotografías de cada diputado con unos pies de foto que llaman la atención a la mentalidad actual, pues debajo del nombre de cada Don Conegundo de tal, en muchos de ellos figuraba esta palabra para designar su profesión: “propietario”.

Durante la II República, el ministerio de educación era una franquicia de la masonería

Así es que me malicio yo que como se haga una versión actualizada, e inclusiva, de nuestros padres y madres de la patria, debajo del nombre de María Isabel Celaá Diéguez, tendrán que escribir: “multipropietaria”, porque lo de millonaria quedaría muy de derechas y, como creo haber dicho, la Celáa pertenece a ese partido que dice ser de socialistas y obreros. Por aclararlo con un ejemplo musical: lo de los parias de la tierra que cantan los del PSOE, cuando les da un ataque de entusiasmo y levantan el puño.

Dicen de la ministra de Educación y Formación Profesional que es católica, y como todavía hay algunos a los que les chorrean las aguas bautismales se lo creen y, por eso, la invitaron a un congreso, organizado por dirigentes de escuelas católicas, donde la muy finolis ministra Neguri escupió sobre el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos

Además, dicen de la ministra de Educación y Formación Profesional que es católica, y como todavía hay algunos a los que les chorrean las aguas bautismales, se lo creen; y, por eso, la invitaron a un congreso, organizado por dirigentes de escuelas católicas, donde la muy finolis ministra Neguri, -barrio obrero de toda la vida, como es de común conocimiento- escupió sobre el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos.

A los miles de católicos allí presentes, que se creían que en lo de llevar a sus hijos a un colegio católico les asistía la Constitución, les pinchó el globo de su ilusión y les dijo que de eso nada de nada. Y en lugar de romper en aplausos de agradecimiento por haberles abierto los ojos, se escuchó un murmullo en la sala; pero eso sí, un murmullo muy prudente y moderadito, en lugar de mandar a la ministra a freír espárragos en cualquiera de sus varias propiedades inmobiliarias, que esto hubiera sido poco democrático y nada dialogante.

Tras el congreso de marras se hizo la calma y los máximos responsables de la educación religiosa permanecieron callados, no por falta de arrojo y valentía, como pensaría alguna mente perversa, que este mi artículo leyere, sino porque maquinaban qué decir sin traspasar los márgenes de lo prudente y lo moderadito, hasta que por fin y arriesgando como acostumbra, el portavoz de la Conferencia Episcopal, monseñor Luis Argüello, convocó a la prensa y dijo: “La ministra ha tenido un lapsus”.  “Y luego, in continente,/ —que diría Cervantes (1547-1616)— caló el chapeo, requirió la espada,/ miró al soslayo, fuese, y no hubo nada”.

El maestro... no olvidará, ni por un momento, que en esa crítica edad tiene que desvanecer y combatir los errores religiosos que los jóvenes han aprendido de sus familias

O no se enteran o no se quieren enterar de que el sectarismo de los socialistas de hogaño, es el mismo que el de los de antaño, y que están repitiendo, una por una, todas las fechorías perpetradas durante la Segunda República. Y esto es especialmente manifiesto en el ataque contra la religión, y de un modo particular contra la enseñanza católica.

El ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, desde el 14 de abril de1931 hasta el 12 de junio de 1933, estuvo dirigido por Marcelino Domingo Sanjuán (1884-1939) y Fernando de los Ríos Urruti (1879-1949). Y fue durante este bienio cuando se dictaron las disposiciones más sectarias contra la enseñanza católica, reflejadas en el reciente Proyecto de Ley Orgánica por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo de Educación, publicado por el Boletín Oficial de la Cortes Generales el 22 de febrero de 2019.

O no se enteran o no se quieren enterar de que el sectarismo de los socialistas de hogaño, es el mismo que de antaño, y que están cometiendo una por una todas las fechorías perpetradas, durante la Segunda República. Y esto es especialmente manifiesto en el ataque contra la religión, y de un modo particular contra la enseñanza católica

Durante el mandato de los dos ministros de la Segunda República antes citados, fue Director General de Enseñanza Primaria, el socialista Rodolfo Llopis (1895-1983), que abandonó el cargo en 1933 por la ley de incompatibilidades, para ocupar su escaño en el Congreso. Tras la Guerra Civil se exilió y fue presidente de la UGT y Secretario General del PSOE. Dirigió el partido hasta su ruptura en el Congreso de Suresnes de 1974, al ser desplazado por Felipe González. Regresó a España y participó en unas elecciones en 1976 en la candidatura de Alianza Socialista Democrática, sin obtener escaño. Y volvió a Francia, donde falleció en 1983.

Rodolfo Llopis, como los dos ministros que le mantuvieron en el cargo, era masón. Se había iniciado en la masonería en 1923 en la logia Ibérica nº 7, perteneciente al Grande Oriente Español, y adoptó el nombre simbólico de Antenor. Durante la Segunda República ocupó los más altos cargos de la secta, y llegó a ser designado segundo vicepresidente del Gran Consejo Federal Simbólico, máximo órgano de gobierno del Grande Oriente Español. El primer vicepresidente era su ministro, Marcelino Domingo. Todo bajo control.

Durante esos años el ministerio de Instrucción Pública se convirtió en una franquicia de la masonería. Y a pesar del secretismo que caracteriza a los masones, sabemos con pruebas documentales que las principales figuras del ministerio eran masones. Ramón González Sicilia (1885-1963), perteneciente a la logia Isis y Osiris, sucedió a Llopis en el cargo de Director General de Enseñanza Primaria y fue también subsecretario de Instrucción Pública. Luis Bello Trompeta (1872-1935), también ocupó el cargo de Director General de Enseñanza Primaria, y estuvo encuadrado en la logia Danton de Madrid. Y para no hacer más larga la lista, concluyamos diciendo que Armasa Briales (1893-1957), subsecretario de Instrucción Pública, perteneció a la logia Pitágoras de Málaga.

Marcelino Domingo, Fernando de los Ríos, Rodolfo Llopis... todos eran masones

Precisamente el órgano dirigente de la masonería, al que pertenecía el socialista Rodolfo Llopis publicó una serie de trabajos de los “aprendices” en el Boletín del Grande Oriente Español, en los que se repiten machaconamente las siguientes ideas: la necesidad de implantar el laicismo escolar, establecimiento de la Escuela Única y la erradicación de la enseñanza religiosa.

Y llama la atención que uno de estos trabajos, publicado el 10 de abril de 1933, bajo el título “El masón en la enseñanza. Opinión personal de un aprendiz” y firmado por Manuel Herrero Palahí, comete el mismo “lapsus” que la ministra Celaá, y le atiza un estacazo al derecho de los padres a decidir la educación de sus hijos. Por ser más precisos, Herrero Palahí les declara la guerra a los padres con estas palabras: “El maestro ha de formar jóvenes fuertes, después laicos (…) Después de haber formado hombres fuertes de cuerpo y espíritu, tratará de hacerles sabios. No olvidará ni por un momento que en esa crítica edad tiene que desvanecer y combatir los errores religiosos que los jóvenes han aprendido de sus familias”.

Precisamente el órgano dirigente de la masonería, al que pertenecía el socialista Rodolfo Llopis publicó una serie de trabajos de los “aprendices” en el Boletín del Grande Oriente Español, en los que se repiten machaconamente las siguientes ideas: la necesidad de implantar el laicismo escolar, establecimiento de la Escuela Única y la erradicación de la enseñanza religiosa

El asalto de la masonería al Ministerio de Instrucción Pública queda patente en la correspondencia mantenida entre el Gran Consejo Federal Simbólico y el ministro Marcelino Domingo. El 5 de agosto de 1931 los dirigentes de la masonería le escribieron una carta -una plancha en el argot masónico-, en la que le manifestaban que el órgano de Gobierno de la masonería había acordado dirigirle la “súplica de que en el más breve plazo lleve a vías de hecho el proyecto de la Escuela Única”. La respuesta de Marcelino Domingo, con fecha 17 de agosto, decía: “Es mi deseo y propósito establecer la Escuela Única y a este fin he de trabajar con toda intensidad”.

Y todos estos deseos y súplicas de la masonería se elevaron al máximo rango de ley en la Constitución de diciembre de 1931. Su artículo 26 arremetía contra las Órdenes religiosas, especialmente contra los jesuitas, a los que les negaba el derecho a existir; la Compañía de Jesús, aunque sin nombrarla, quedaba expulsaba de España constitucionalmente: “Quedan disueltas aquellas Órdenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado. Sus bienes serán nacionalizados y afectados a fines benéficos y docentes”.

El mismo artículo 26 prohibió al resto de las Órdenes religiosas ejercer la enseñanza, sin importarles a los legisladores que semejante medida dejara a un gran número de niños sin escolarizar, ya que el Estado fue incapaz de asumir esa docencia, lo que aumentó el número de analfabetos, deficiencia que costaría años erradicar durante la etapa del franquismo. Y además, el artículo 26 amenazaba a las Órdenes religiosas en estos términos: “Disolución de las que, por sus actividades, constituyan un peligro para la seguridad del Estado”. Y para librar al Estado de elementos tan peligrosos, comenzaron las matanzas a partir de 1934 y sobre todo de 1936, porque como los frailes y las monjas eran tan inconstitucionales que no se disolvieron del todo, los socialistas, los comunistas y los anarquistas asesinaron a todos los que pudieron, que como ya he escrito en otro artículo fueron unos cuantos miles.

Algunos parecen no darse cuenta de que se empieza cometiendo un lapsus a lo Celaá, a continuación se margina socialmente a los católicos, se les quitan sus propiedades y, llegado el caso, ya no hay inconveniente en quitarles también la vida

Confieso que yo no sé distinguir si es que algunos son tontos o malos, o las dos cosas juntas, también pudiera ser que su extremada moderación les impida ver lo que sucede, porque de lo contrario habría que pensar que son del otro bando. Pero lo cierto es que parecen no darse cuenta de que se empieza cometiendo un lapsus a lo Celaá, a continuación se margina socialmente a los católicos, se les quitan sus propiedades y, llegado el caso, ya no hay inconveniente en quitarles también la vida. Y esto no es brindis al sol, porque los socialistas, los comunistas y los anarquistas en esta disciplina tienen una acreditada experiencia.

Javier Paredes

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá