¡Han profanado el Viacrucis del Santuario! Esa fue la frase que me arañó el corazón, nada más llegar a Fátima el pasado fin de semana. Como cada curso, concluidas mis obligaciones en la Universidad de Alcalá, por estas fechas, peregrino hasta este santuario mariano desde hace ya bastantes años, exactamente desde que comprobé que era verdad lo que me comentó en cierta ocasión una buena persona, que hablaba con fundamento: “Es cierto que en muchos sitios se ha aparecido la Virgen, pero en Fátima, está”.

Sí, en Fátima sigue viva la presencia maternal de la Virgen, que atrae a millones de personas de todo el mundo y toda condición social. Cada vez que paseo por la explanada del santuario o cuando por las noches marcho en procesión junta a la imagen de la Virgen, arropada por el cariño filial de miles de sus hijos de todo el mundo, me hago la misma pregunta ¿Y ahora que alguien me expliqué cómo se hace lo de comerle el coco a tanta gente, para que todos los días vengan por miles a rezar a este rincón de Europa, que no pilla de paso de nada?

La Virgen María se ha  aparecido en muchos sitios, pero en Fátima, está

Pero este año, como ya he dicho, nada más llegar, la alegría al escuchar el primer repique de las campanas del Santuario de Fátima, fue desplazada por el dolor que me causaron las fotos que recibí en mi teléfono, que certificaban la profanación del Viacrucis de Fátima. Varias estaciones del Viacrucis de Fátima habían sido emborronadas con palabras blasfemas, escritas con letras amarillas.

Les voy a ahorrar a mis lectores las fotos para evitarles el dolor que causan, pero les diré que los autores han profanado el Viacrucis de Fátima, blasfemando en español, porque alguna de las palabras con las que han pintado esas estaciones del Viacrucis solo figura en el diccionario de la lengua española.

¿Quiénes han sido? ¿Eran españoles? No lo sé, pero lo cierto es que quienes hayan sido han blasfemado en español. Por lo demás, en España lo que nos sobra es tradición histórica y seguidores actuales de esa tradición que odia a la Iglesia de Jesucristo.

Los gastos del Viacrucis fueron sufragados por católicos húngaros, que habían huido de su patria para librarse de la persecución religiosa del régimen comunista

Como es sabido, en España tuvo lugar durante la pasada Guerra Civil de 1936 a 1939, la persecución religiosa que más mártires ha propiciado en toda la Historia de la Iglesia. Hechos que vinieron precedidos por la quema de iglesias tras proclamarse la Segunda República en 1931, tendencia fomentada por la que fuera, hasta hace pocos meses, concejal del Ayuntamiento de Madrid, la podemita Rita Maestre, que asaltó en sujetador una de capilla de la Universidad de Madrid, junto con otras sectarias como ella al grito de “arderéis como en el 36”, como ya escribí en otro artículo.

Escultura de los pastorcitos

Al inicio de la rotonda sur del Santuario de Fátima, hay un camino empedrado que llega hasta los Valinhos, muy cerca de Aljustrel, la aldea de los tres Pastorcitos. Ese era el recorrido de unos tres kilómetros que Lucia, Jacinta y Francisco hacían habitualmente para traer a sus ovejas a pastar desde sus casas hasta a la Cova da Iria. Las estaciones del Viacrucis se reparten a lo largo de ese camino empedrado, que se prolonga hasta la Loca do Cabeço, donde se les apareció el ángel a los pastorcitos en dos ocasiones en la primavera y el otoño de 1916.

En su día Sor Lucia, siendo ya monja, identificó exactamente el lugar donde el ángel les enseñó unas oraciones y les dio la Sagrada Comunión. En ese lugar, en la actualidad, hay un grupo escultórico que recuerda ese momento: los tres niños están de rodillas delante del Ángel, momentos antes de comulgar.

El Viacrucis, que se extiende a lo largo de ese camino, es conocido como el Viacrucis de los húngaros o también como el Calvario Húngaro del cardenal Mindszenty, un obispo santo, perteneciente a lo que se llamó la “Iglesia del silencio”, que fue encarcelado y torturado por los comunistas húngaros, siguiendo instrucciones de Moscú.

Dicho Viacrucis fue construido a principios de la década de los sesenta y los gastos fueron sufragados por católicos húngaros, que habían huido de su patria para librarse de la persecución religiosa del régimen comunista, que trató de implantar una sociedad atea en su patria.

Las estaciones del Viacrucis Húngaro son unos templetes muy sencillos, que invitan a la piedad, en los que se representan en bajorrelieves cada una de las escenas del recorrido de Jesús hasta Calvario, con la peculiaridad de que en este caso a las catorce estaciones habituales se la ha añadido una más. La estación número quince hace referencia a las Resurrección del Señor, y fue bendecida e inaugurada el 13 de octubre de 1992. Fue ofrecida por la parroquia húngara de Lajosmizse en señal de gratitud por la "resurrección" de Hungría, que había vencido al ateísmo letal de los comunistas.

¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo! ¡Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no os aman!

No, cuando escribo este artículo, todavía no sabemos quiénes han sido, aunque no es difícil sospechar las circunstancias en las que lo hicieron y las características de los profanadores. Actuaron a escondidas, cobijándose en las tinieblas y los autores son de esos, que —por emplear un término ciclista— entran siempre en pelotón, todos con el mismo tiempo y los segundos, porque el primero que llega escapado a la meta se llama Satanás.

Y como algo había que hacer, en cuanto pude, en compañía de un buen amigo, buen conocedor de la Historia de Fátima y gran devoto de esta advocación mariana, nos fuimos a recorrer las estaciones del Viacrucis Húngaro, con el fin de comprobar lo qué había pasado y, por supuesto, con la intención de desagraviar por el pecado cometido.

Efectivamente, allí estaban las cuatro estaciones profanadas, que los empleados del Santuario de Fátima habían cubierto por una lona, en la que se anunciaba la pronta reparación del daño causado. Las cuatro estaciones profanadas, además de lona, estaban protegidas por unas vallas metálicas.

Fuimos hasta la Loca do Cabeço, el lugar de las dos apariciones del Ángel. Recorrimos ese camino empedrado rezando un rosario en desagravio y pidiendo por el arrepentimiento y la conversión de los profanadores. Y no oculto que cuando pasaba al lado de esas estaciones profanadas, que estaban tapadas con una lona, se me alborotaba esa parte del alma que se llama el mal genio.

Lápida en Fátima

Al llegar a Loca do Cabeço no había nadie. Estábamos solos nosotros dos. Yo miré la imagen del ángel y la de los niños, y vi que el lado había una lápida que tenía escrita en portugués una de las oraciones que el ángel enseñó a los tres Pastorcitos: “¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo! ¡Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no os aman!” Recé está oración tres veces, como hizo el ángel con los niños y me sobrevino la paz.

Era todo lo que se podía hacer, era lo que debíamos hacer… Solo me faltaba una cosa: contárselo a ustedes, por si alguno de mis lectores se anima a rezar por la conversión de esas pobres almas que han profanado el Santuario de Fátima.

 

Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá