El 13 de julio de 1917, la Virgen de Fátima comunicó a los Tres Pastorcitos que la Primera Guerra Mundial iba a acabar, pero que si no se dejaba de ofender a Dios vendría otra peor durante el reinado de Pío XI (1922-1939). Cuando la Señora del Cielo lanzó este mensaje profético, el papa reinante era Benedicto XV (1914-1922). Así pues, se cumplió la profecía de que su sucesor se llamaría Pío XI.

También se cumplió lo anunciado de que en el reinado de Pío XI daría comienzo la Segunda Guerra Mundial. Cierto que la fecha oficial del inicio de este enfrentamiento se suele fijar en los primeros días de septiembre de 1939, cuando los nazis y los comunistas invadieron Polonia como aliados. Y para entonces ya gobernaba la Iglesia Pío XII (1939-1958), porque su inmediato predecesor, Pío XI, había muerto unos meses antes, concretamente el 10 de febrero de 1939. Y se da esa fecha del 1 de septiembre de 1939 como el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, porque la agresión de Hitler (1889-1945) y de Stalin (1878-1953) contra Polonia tuvo la respuesta de las naciones liberales, ya que Francia y Gran Bretaña hicieron una declaración de guerra, aunque solo contra Alemania.

Sin embargo, a lo largo del año 1938 hubo toda una serie de agresiones de Hitler que se quedaron sin respuesta. Muchos historiadores, entre los que me incluyo, denominamos a estas agresiones “los golpes de fuerza de Hitler” y son el comienzo de la expansión nazi, que propiamente pueden considerarse el prólogo de la Segunda Guerra Mundial, y por lo tanto, los comienzos del segundo conflicto mundial, como había profetizado la Virgen de Fátima el 13 de julio de 1917.

Al no ser la sutileza la característica más destacada del estilo literario de Hitler, no resulta demasiado complicado descifrar los mensajes de Mein Kampf. En efecto, Hitler se proponía congregar a todos los alemanes, para lo que creyó necesario encontrar el "espacio vital" en el que asentarse. Previo a la conquista del mundo, tal objetivo era solo la primera parte de un proyecto del Führer, consistente en la creación de la Grosse Deutchsland, la Gran Alemania, tras la anexión de Austria y de los Sudetes en 1938 y del resto de Checoslovaquia y la invasión de Polonia en 1939.

En la noche del 25 de enero de 1938 se vio en el cielo de gran parte del orbe esa luz a la que se refirió la Virgen el 13 de julio de 1917, que anunciaba la llegada de la Segunda Guerra Mundial y, dos semanas después, concretamente el 12 de febrero de 1938, el Führer se entrevistó en Berchtesgaden con el canciller austriaco Kurt von Schuschinigg (1897-1977). En dicha reunión el gobernante austriaco cedió ante las pretensiones de Hitler para que nombrase al jefe del partido nazi austriaco, Arthur Seyss-Inquart (1892-1946), ministro del Interior de su país. De regreso a Viena trató de incumplir la que había prometido, forzado por las exigencias del dictador, por lo que buscó respaldos internacionales en apoyo de su decisión. Los resultados de esta tentativa fueron desalentadores, pues tanto Italia —como era lógico— como Inglaterra y Francia —lo que ya no era tan comprensible— le abandonaron en su intento de plantar cara al tirano nazi.

La petición de la Virgen: "Ha llegado el momento en que Dios pide que el Santo Padre haga, en unión con todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón"

Ante esa situación, el canciller austriaco convocó a principios de marzo un referéndum, para que sus connacionales decidieran su destino. Los nazis se adueñaron de la calle y forzaron al presidente de Austria, Wilhelm Miklas (1872-1956), para que nombrase canciller a Arthur Seyss‑Inquart. El nombramiento se realizó el 11 de marzo de 1938, y al día siguiente el nuevo canciller proclamó el Anschluss (Anexión de Austria) y solicitó a Hitler el envío de las tropas alemanas. Pocos días después Hitler entraba en Viena, y Kurt von Schuschinigg era enviado a Dachau. Los invasores se dieron al pillaje y los profesores universitarios fueron obligados a limpiar las calles con las manos desnudas, una forma de "reeducación", que más tarde imitaría Mao Tse‑tung (1893-1976) en la China de los años 60. Italia, Francia y Gran Bretaña reconocieron la anexión muy pocos días después.

Justo por estas fechas, en una región situada al oeste de Bohemia, los Sudetes, se comenzó a vivir un período de crispación social y política jalonada de serios conflictos. Vivían en los Sudetes 3,5 millones de habitantes, que hablaban alemán. Esta población, perteneciente a Checoslovaquia, había sido discriminada por el nacionalismo checo. Y esta fue la ocasión que Hitler aprovechó para presentarse como redentor de un nacionalismo oprimido.

A mediados de septiembre, el Führer volvió a ofrecer la "hospitalidad" de su villa montañesa de Berchtesgaden, pero esta vez al premier británico, Arthur Neville Chamberlain (1869-1940), quien convencido de la "moderación" de Hitler, pues solo pretendía aplicar el principio de las nacionalidades sobre los Sudetes, se ofreció incluso, para predisponer al primer ministro francés, el socialista Édouard Deladier (1884-1970). Sus buenos servicios eran innecesarios con Benito Mussolini (1883-1945), que ya estaba convencido. Las presiones de Francia y Gran Bretaña sobre las autoridades checas, para que cedieran a los deseos de Hitler, provocaron la dimisión del Gobierno de  Milan Hodža (1878-1944). Hitler y Chamberlain volvieron a reunirse, esta vez en Godesberg. Y aunque el político inglés comprendió con claridad que Hitler quería algo más que los territorios de mayoría alemana, fue incapaz de frenar sus pretensiones anexionistas.

Así las cosas, el día 29 de septiembre de 1938 se reunieron los jefes de gobierno de Alemania, Italia, Francia y Gran Bretaña en Munich. Allí reconocieron y aprobaron la incorporación de los Sudetes a Alemania. Y el 14 de marzo de 1939 las tropas nazis invadieron el territorio que aún quedaba libre de Checoslovaquia, que pasó a denominarse Protectorado de Bohemia-Moravia.

En la noche del 23 al 24 de agosto de 1939, nazis y comunistas celebraron una peculiar fiesta en el Kremlin, que la historia académica ha denominado "pacto de no agresión", también conocido como pacto Ribbentrop-Mólotov. Joachim von Ribbentrop (1893-1946), ministro de asuntos exteriores del Reich, viajó a Moscú, y firmó dicho pacto con el ministro soviético de asuntos exteriores Viacheslav Mólotov (1890-1986). Los dos cómplices habían llegado a un acuerdo: eran dos mundos con los mismos métodos y, lo que es más importante, con la misma moral. El 1 de septiembre los nazis invadieron Polonia por el oeste, y el día 17 hicieron otro tanto los comunistas por el este. Había comenzado, oficialmente, la Segunda Guerra Mundial.

Pero de la historia general volvamos la atención a la vidente de Fátima. Antes de ser carmelita, Lucia había ingresado en el Instituto de Santa Dorotea y por este motivo se trasladó a España, concretamente a Pontevedra y a Tuy, donde estas monjas tenían su noviciado. El 13 de junio de 1929, estando Lucia en la capilla del convento de las Doroteas de Tuy, la Virgen le comunicó que había que dar cumplimiento a su petición del 13 de julio de 1917. Esto es lo que le dijo en dicha aparición:

—“Ha llegado el momento en que Dios pide que el Santo Padre haga, en unión con todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio”.

"¡No han querido hacer caso de mi petición!... Como el rey de Francia, se arrepentirán y la harán, pero será tarde" dijo la Virgen a Lucia

Sor Lucia trasladó esta petición del Cielo a Roma, pero por razones que desconozco, el Papa no hizo la consagración. Se volvía a repetir la negativa ante una petición expresa del Cielo, como sucedió en 1689 cuando Santa Margarita María de Alacoque transmitió al rey de Francia en 1689 que el Señor quería que Francia fuera consagrada al Corazón de Jesús. Pero en aquella ocasión quien se negó fue Luis XIV (1643-1715), el Rey Sol de Francia, y justo cien años después la Revolución Francesa comenzó liquidando el régimen de la monarquía de los Borbones franceses y asesinando en la guillotina pocos años después a los reyes de Francia, Luis XVI (1754-1793) y María Antonieta (1755-1793). Por esta negativa, en una de las muchas apariciones privadas que tuvo Sor Lucia, la Virgen se quejó de esta manera:

—“¡No han querido hacer caso de mi petición!... Como el rey de Francia, se arrepentirán y la harán, pero será tarde. Rusia habrá difundido sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia. El Santo Padre tendrá mucho que sufrir”.

 De nada sirvió la solicitud de Sor Lucia. Y por este motivo, al menos en dos ocasiones los días 28 de octubre de 1934 y 21 de enero de 1935, ella escribe a su director espiritual, el padre Gonçalves, lo siguiente:

—"¡Hace tres años, Nuestro Señor estaba bastante descontento porque no se realizó su petición!"

En 1942, tercer año de la Segunda Guerra Mundial, el papa realizó una consagración, aunque sin ajustarse a lo que el Cielo quería. En efecto, el 31 de octubre de 1942 Pío XII hizo una consagración al Inmaculado Corazón de María, pero no de Rusia, sino del mundo y sin contar con los obispos. La fecha elegida para esta consagración era bien significativa para Fátima y para el mismo Pío XII. El 31 de octubre era el último día del mes del Rosario y en 1942 se conmemoraba no solo los 25 años de las apariciones de Fátima, sino también el año de las bodas de plata de su consagración episcopal. Y como en este mundo no hay casualidades, sino coincidencias queridas por la Providencia de Dios que lo gobierna, Pío XII fue consagrado obispo por Benedicto XV el 13 de mayo de 1917, el mismo día que por primera vez la Virgen de Fátima se apareció a las tres Pastorcitos.

Con motivo del centenario de las apariciones, grabé una serie de nueve programas cortos de televisión sobre las relaciones de Fátima y la historia del siglo XX, que están en la red y que de su interés dan razón los muchos miles de visitantes que han tenido. Estos programas llevan por título Fátima después de un siglo y la razón de su éxito no es otra que las exposiciones brillantísimas del invitado que tuve, que fue Jorge Fernández Díaz, con cuya amistad me honro. Es realmente sorprende los conocimientos de Historia de Jorge Fernández Díaz y su capacidad para relacionarlos con las apariciones de Fátima, por lo que invito a verlos para completar este artículo, que en buena parte está inspirado en sus intervenciones.

Pues bien, tan cierto como que la consagración que hizo Pío XII no era exactamente la que pedía la Virgen, es que el Cielo tuvo en cuenta aquel acto del papa y lo recompensó. Pío XII volvió a repetir la consagración en la festividad de la Inmaculado de 1942. Y precisamente en esas fechas se produce otra de las coincidencias, que no casualidades, queridas por la Providencia de Dios.

En 1989, el imperio comunista se desmorona. Y todavía seguimos preguntándonos por qué

Pocos días después de la consagración de Pío XII la Segunda Guerra Mundial cambia de rumbo y enfila a su final. Dos eran las máquinas poderosas de guerra de los nazis: el VI ejército mandado por Friedrich von Paulus (1890-1957) que avanzaba victorioso por el Este para hacerse con los pozos petrolíferos del Cáucaso y que tras la batalla de Stalingrado, capituló el 31 de enero de 1943. La segunda máquina de guerra era el Africa Korps, que de conquista en conquista por el norte de África pretendía cerrar el cerco por el sur, al converger con el ejército de von Paulus, y llegar a los pozos petrolíferos de Basora. Pero por motivos de salud, el victorioso Rommel (1891-1944) tuvo que abandonar el mando de su ejército en marzo y retirarse a Alemania. Dos meses después su sucesor, Hans-Jürgen von Arnim (1889-1962), tuvo que capitular precisamente el 13 de mayo de 1943, día de la Virgen de Fátima.

Tengo que acabar, porque necesitaría tanto espacio como el que ya llevo escrito, y no lo tengo, para contar las conexiones de Fátima con el papa San Juan Pablo II, desde su atentado, perpetrado por Ali Agca el 13 de mayo de 1981, de nuevo la coincidencia providencial, porque según San Juan Pablo II la mano maternal de la Virgen desvió la bala para que no muriera, hasta la consagración del 25 de marzo de 1984 en la plaza de San Pedro ante la imagen de la Virgen traído desde Fátima, que el Cielo dio por buena.

A partir de esa fecha se desmorona el bloque comunista y desaparece la Unión Soviética, sin pegar un solo tiro. Y esto tampoco es una casualidad. Más bien son toda una serie de coincidencias providenciales que las cuenta magníficamente Jorge Fernández Díaz en esos vídeos a los que me he referido antes, lo que a mí me permite terminar hoy este artículo sin poner otro “continuará”, que sin duda agotaría la paciencia de mis sufridos lectores y me podrían retirar su fidelidad, con toda la razón del mundo.

Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá