El general Luis Alejandre le ha sacudido un par de patadas a Iván Redondo, asesor del presidente Pedro Sánchez. La agresión en forma de artículo se la propinó el jueves pasado en un escrito publicado en La Razón con el título “validos y gurús”. Pero lo sorprendente es que el general de cuatro estrellas le ha pateado al asesor del presidente socialista en la toca de Sor Patrocinio y en el solideo de San Antonio María Claret.

El artículo está montado sobre unos personajes ficticios, que se han generado en la imaginación de Luis Alejandre, como consecuencia del monumental desconocimiento que tiene de la Historia de España, lo que le permite tildar a Sor Patrocinio -conocida como la monja de las llagas- y al padre Claret de gurús de Isabel II. Y a partir de aquí, el general retuerce los argumentos para afirmar literalmente: “No alcanzo a saber si el alabado como gurú de la Moncloa, Iván Redondo, es Patrocinio o es Claret”.

Y así, campanudamente, el espadón metido a historiador se despacha tuteando a la monja y al obispo, porque para estrellas, sables y bastones en las hombreras, los de Luis Alejandre, al que la política le ha aupado a altos cargos en el ejército y en las instituciones de las Islas Baleares. Y puestos a dar patadas, Luis Alejandre la emprende hasta con la sintaxis y acaba su artículo con una concordancia, que por respeto a mis lectores, no la transcribo, porque hace daño a los ojos.

Descubrí la figura de Sor Patrocinio cuando hacía mi tesis doctoral, hace ya casi cuarenta años, así es que yo debo ser uno de los “fanatizados creyentes”, como escribe el general, y contra los que también arremete el general, porque, desde entonces al día de hoy, no he dejado de estudiar y escribir sobre Sor Patrocinio. Durante tantos años me ha dado tiempo a leer todo lo que de ella se ha publicado y miles de documentos de tantos archivos, incluidos los del Vaticano. Por lo tanto, tengo tantos datos, que le voy a proporcionar alguno al general para que rectifique la marcha, porque veo que va con el paso cambiado en el desfile de la Historia.

Los liberales no estaban dispuestos a consentir que Madrid se convirtiera en un centro de devoción mariana

En primer lugar, mi general, Sor Patrocinio no fue asesora política de Isabel II porque en sus conversaciones, nunca hablaron de ese tema. No lo digo yo, lo dice la reina bajo juramento nueve semanas antes de morir, un tiempo en el que ya solo se juega con la verdad. Esto es lo que firmó la reina en su declaración de 18 de enero de 1904, con motivo del proceso de beatificación de Sor Patrocinio:

“He sido testigo de esto y puedo jurarlo con la mano puesta sobre mi corazón y sobre la Imagen del Dios que me ha de juzgar. Contra ella se ha dicho todo lo malo que decirse puede; pero todo fue urdido por los emisarios del maldito Satanás, que, así como a los primitivos cristianos echaban a los gentiles la culpa de cuantas desgracias ocurrían, así también los masones, si se encendía en España una guerra civil, si caía un ministerio, si se atentaba contra mi Real persona, si se daba algún puesto a algún personaje, enseguida gritaban por medio de la prensa impía: Son cosas de la monja Sor Patrocinio; y yo protesto delante de Dios y de los hombres que ella jamás tuvo parte en tales cosas, ni se mezcló nunca en cosas de gobierno ni de política. Y doy muchas gracias a Dios porque me ha conservado la vida hasta este momento en que puedo desmentir de una manera solemne todas las calumnias e imposturas que contra tan santa Religiosa propalaron los enemigos de Dios y de la Patria Española”.

No acierta ni una, porque tampoco es cierto como vuecencia escribe, mi general, que Sor Patrocinio “supuestamente” despechase a Salustiano Olózaga. Nada de “supuestos”, nada de cogérsela con papel de fumar. Sor Patrocinio se negó a casarse con él y le dio unas calabazas como una plaza de toros de grande.

Tampoco atina Luis Alejandre, cuando escribe que Sor Patrocinio fue depurada en la Casa de las Arrepentidas de María Magdalena por carlista. Le voy a contar, mi general, lo que pasó.

La acusación de traición que se hacía contra Sor Patrocinio era gravísima. Por menos de lo que se le acusaba a ella, se había dictado más de una pena de muerte

El 7 de noviembre de 1835, a las doce de la mañana la Guardia Nacional, rodeó el convento del Caballero de Gracia. Estos hombres con fusiles son el brazo armado del partido progresista, la formación política de Salustiano Olózaga y él mismo es uno de los dirigentes de la Guardia Nacional de Madrid. A las dos de la tarde se presentan en la puerta del convento el juez de primera instancia, Modesto Cortázar, y el escribano Escotado, protegidos por 30 cazadores del cuarto batallón de la Guardia Nacional, al mando de teniente Perfecto Argüelles, a los que se han unido algunos milicianos nacionales de la primera y de la cuarta compañía de fusileros. No es una casualidad que Salustiano Olózaga pertenezca a este cuarto batallón, el mismo que proporciona la fuerza armada al juez Cortázar.

Pues bien, el proceso contra Sor Patrocinio tiene su origen en una Real Orden de 6 de noviembre de 1835, dirigida al juez de primera instancia, Modesto Cortázar, firmada por los ministros de Estado y de Gracia y Justicia, Mendizábal y Gómez Becerra, remitiéndole una información de la policía para que formara causa a Sor Patrocinio “por una impostura artificiosa y fanática y una tentativa para subvertir el Estado y favorecer la causa del príncipe rebelde”.

En definitiva, se le acusaba de impostora y de alta traición al Estado, de haber fingido que estaba estigmatizada con lo que había logrado una gran popularidad, que Sor Patrocinio ponía al servicio de la causa carlista.

Cuando el gobierno toma la decisión de actuar contra Sor Patrocinio, Salustiano Olózaga es un estrecho colaborador de Mendizábal, como asesor de la superintendencia general de la Real Hacienda, cargo que abandona al ser nombrado gobernador civil de Madrid, el 29 de noviembre de 1835. Así es que por todo lo que llevamos dicho de las relaciones de Olózaga con los guardias nacionales que asaltaron el convento, con la prensa que jaleó la actuación del gobierno, con Mendizábal del que era asesor, así como su actuación ya al descubierto cuando fue nombrado gobernador civil, pensamos que no le falta razón a la biógrafa de Sor Patrocinio cuando afirma que Olózaga fue el director de la trama contra ella. Dicha biografía se publicó bajo el título de Vida Admirable y recientemente ha salido una edición anotada por mí, que puede servir para conocer la verdad de la vida Sor Patrocinio.

La acusación que se hacía contra Sor Patrocinio, en plena guerra carlista, era gravísima. Por menos de lo que se le acusaba a ella, la crueldad de aquella guerra civil había dictado más de una pena de muerte. Pero en este caso las cosas eran diferentes, porque aquella mujer le interesaba a Salustiano Olózaga y ahora volvía a intentar conquistarla, y por eso la Real Orden le exigía al juez que “la desgraciada Sor Patrocinio, víctima de manejos tan criminales, fuese tratada con toda la consideración debida a su infortunio, para que vuelta en sí de su extravío, fuese restituida al uso libre de su razón”.

Así es que no interesaba descubrir el complot carlista, supuestamente oculto en el convento del Caballero de Gracia, es más, eso solo era una excusa sin fundamento para acabar con un foco de gran atracción que convocaba a tantos madrileños devotos de la Virgen del Olvido, porque como cuenta La Revista Española, el periódico más adicto a Mendizábal, no era tanto la cuestión de las llagas, que Sor Patrocinio había llevado con discreción, como las continuas funciones y la notable concurrencia de los últimos meses lo que motivó al Gobierno a actuar contra el convento de Sor Patrocinio.

Fue maltratada físicamente por los guardias, que de un culatazo le rompieron una costilla, que se le clavó en los pulmones y le provocó vómitos de sangre

Los liberales no estaban dispuestos a consentir que Madrid se convirtiera en un centro de devoción mariana. Y se emplearon a fondo para eliminarlo; eso sí, según estrategia trazada por Salustiano Olózaga, porque no se trataba tanto de hacer una mártir de Sor Patrocinio, como de mostrar al público que todo lo de las llagas y la aparición de la Virgen del Olvido había sido un embuste.

Olózaga estaba convencido de que aislándola del resto de las monjas y manteniéndola fuera del convento en una casa particular, entraría en razón y entonces lo desmentiría todo, se rendiría y no se resistiría a sus proposiciones matrimoniales. De modo que, cuando esto se hiciese público, toda la devoción popular de los seguidores de Sor Patrocinio y de la Virgen del Olvido se desmoronaría de inmediato como un azucarillo. Pero Sor Patrocinio resistió el acoso, y a partir de entonces fue maltratada físicamente por los guardias, que de un culatazo le rompieron una costilla, que se le clavó en los pulmones y le provocó vómitos de sangre, y a punto estuvo de morir. Y cuando tenerla encerrada en aquel picadero de Olózaga ya no servía para sus depravados fines, entonces se la trasladó a la cárcel, conocida como Las Arrepentidas, como una delincuente más.

En conclusión, por lo que escribe Luis Alejandre, que no es precisamente un general podemita, ya se ve que la ignorancia no entiende de bandos, y también puede anidar en la derecha. ¿Pero qué clase de ignorancia hay en el escrito del general? Porque arremeter contra una monja, muerta hace más de un de siglo, para dárselas de moderno y hacerse perdonar no sé qué cosas, pudiera ser calificado por alguno de mis lectores como la fechoría de un cobarde. Y tengo para mí que tal juicio estaría equivocado respecto a Luis Alejandre, porque todavía debe estar vigente lo de que a un soldado español el valor se le supone. Y aunque el escrito del general se parece mucho a un vil acto de cobardía, el origen del lamentable atropello cometido por Luis Alejandre es esa arrogante ignorancia, que, como todo el mundo sabe, es muy atrevida.

Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá