Hoy es el día del Corpus Christi, y viene al recuerdo lo bueno y lo malo, la adoración y los sacrilegios cometidos contra la Sagrada Eucaristía. Ni el martirio de las personas ni el de las cosas sagradas, siendo todo ello un conjunto de muchos y graves crímenes, fue lo peor que hicieron los socialistas, los comunistas y los anarquistas durante la Guerra Civil Española.

Lo verdaderamente pésimo fue la profanación de la Eucaristía. Sin duda, es ese sacrilegio contra el Cuerpo de Cristo lo que pone de manifiesto a las claras el impulso satánico que animaba el sectarismo antirreligioso de los socialistas, los comunistas y los anarquistas, responsables de la mayor persecución contra la Iglesia católica de todos los tiempos.

Sucede que a unas monjas de clausura de Toledo las secuestran para fusilarlas, van gozosas al martirio y cuando se libran de la muerte en el último instante se quedan decepcionadas por considerar que no han sido merecedoras de recibir la palma del martirio.

En los días anteriores a este suceso las han insultado, las han robado sus pertenencias, las han humillado, las han ultrajado, se han aprovechado de ellas y las han convertido en esclavas en las casas de los socialistas del pueblo donde las obligan a trabajar sin sueldo… Y a pesar de todo no se rompen.

Pero cambia la situación cuando profanan la Eucaristía. Así nos lo cuenta uno de los diarios publicado en ese elocuente libro titulado La profanación de la clausura femenina, anotado por Jorge López Teulón, buen conocedor de la persecución religiosa durante la Guerra Civil Española: “Era el 25 de julio del año 1936, sábado y fiesta de Santiago Apóstol, patrón de España. Cinco días hacía que los llamados milicianos rojos habían venido a registrar nuestra casita y con ello a turbar nuestra paz. La grosería con que se portaron algunos de ellos y las palabras de amenazas, que al despedirnos nos dijeron, sembraron un horrible pánico en la comunidad y nos persuadieron de que, más o menos tarde, seríamos víctimas de la barbarie marxista. Tuvieron el arrojo ¡Oh Dios!, de registrar minuciosamente hasta los vasos sagrados; es más, y tiemblo al escribirlo, llegó su impío atrevimiento hasta abrir el sagrario y con sus sacrílegas manos tocar las Sagradas Formas que esparcieron por el altar, mientras nosotras, transidas de pena y horrorizadas, llorábamos sin consuelo”.

El sectarismo antirreligioso de lI República trató de hacer desaparecer uno de los símbolos eucarísticos de España, como es la custodia de Arfe de la catedral de Toledo

Se comprenden esas lágrimas ante la profanación del tesoro más preciado que tenemos los cristianos. Por esa misma razón desde el principio la Iglesia procuró lo mejor para el Señor. Así se lo enseñó con su vida Santa María a los apóstoles, porque aquella valiosa túnica sin costura de la que despojaron a Cristo en la Pasión se la consiguió su Madre, si es que no se la tejió ella misma. Y María Magdalena, siguiendo el ejemplo de Santa María, derramó aquel frasco de perfume valiosísimo sobre el Señor, en medio de las críticas hipócritas, que después de dos mil años se siguen repitiendo con los mismos argumentos.

El 2 de octubre de 1264 el papa Urbano IV proclamó como fiesta para toda la Cristiandad el día de Corpus Christi y encargó a Santo Tomás de Aquino que redactara el oficio para esa fiesta religiosa. Y sin duda que desde entonces, en esta patria nuestra que es la tierra de María, los españoles y muy especialmente los católicos de Toledo hemos celebrado ese día con especial solemnidad.

En sentido contrario, se entiende que el sectarismo antirreligioso tratara de hacer desaparecer uno de los símbolos eucarísticos de España como es la custodia de Arfe de la catedral de Toledo, aunque los socialistas y los comunistas no lo consiguieron, como sí que lo lograron con buena parte del tesoro de la catedral de Toledo. El 4 de septiembre de 1936 fue embalado en nueve cajas que acabaron en 1939 en el famoso barco Vita, un buque de gran capacidad que tenía 62 metros de eslora y 9 de manga. Lo había comprado Marino Gamboa, personaje del entorno del PNV que lo puso al servicio del Gobierno de la República, para cometer esta fechoría.

El Tesoro de la Catedral de Toledo fue enviado a México en el barco Vita, en febrero de 1939... y allí desapareció

El tesoro de la catedral de Toledo solo era una pequeña parte del valiosísimo cargamento de incalculable valor que trasportó el Vita hasta México, el mes de febrero de 1939, donde desapareció. El Gobierno republicano puso al timón del Vita al capitán José de Ordorica, relacionado con el PNV, pero su verdadero responsable era el socialista Enrique Puente Abuín. De manera que, como en la actualidad, los socialistas y los independentistas vascos son socios, todo van a ser facilidades para que Carmen Calvo, la ministra de la Memoria Histórica, en el cumplimento de su cargo nos desvelé quiénes se beneficiaron del inmenso latrocinio del Vita.

Lo sucedido con la custodia de Arfe lo ha descrito magistralmente Jorge López Teulón en uno de sus libros, en los que cuenta cómo fue la persecución religiosa en la Archidiócesis de Toledo. Transcribo íntegramente la cita, que merece la pena leerla con atención porque cuenta con detalle cómo es la custodia de Toledo y lo que trataron de hacer con ella durante la Guerra Civil: “En la sacristía de la catedral de Toledo todo queda preparado para un nuevo saqueo del tesoro catedralicio. Causa verdadero espanto contemplar las paredes de la sacristía sin un solo cuadro… Casi todo está ya embalado: el apostolado de El Greco, “El prendimiento” de Goya… “El Expolio” de El Greco, arrancado de su lugar, está esperando ser empaquetado, mientras reposa apoyado en una de las rejas del Ochavo, a espaldas de la Capilla de la Virgen del Sagrario.

El Gobierno republicano puso al timón del Vita al capitán José de Ordorica, relacionado con el PNV, pero su verdadero responsable era el socialista Enrique Puente Abuín. Dos aliados de hoy para la memoria histórica de Carmen Calvo

Todavía quedan en una de las dependencias dos obreros especializados, que están desmontando la célebre custodia de Enrique de Arfe. Hasta los más ateos conocen en la ciudad la historia del Corpus y su Custodia, definida como una de las mayores joyas de la Cristiandad. Una torre de más de dos metros de oro y plata recorre cada año las calles de Toledo durante la fiesta del Corpus. Antes de asesinar a los canónigos Ildefonso Montero, tesorero de la Primada, y al arcediano Rafael Martínez, se aseguraron de que les facilitaran el manual para desmontar la Custodia. Parece que el genial Enrique de Arfe, cual profeta, pensó que tal vez llegaría este día de infamia y sacrilegio, y cuando terminó su obra en 1524 redactó un manual para desmontar y ensamblar de nuevo las 5.600 piezas que la componen, mediante los correspondientes 12.500 tornillos.

—En realidad —comenta uno de los operarios que están siendo vigilados por una partida de milicianos— son dos custodias. En la parte central hay una custodia de mano, de pequeño tamaño y de estilo gótico, mandada labrar por la Reina Isabel a finales del XV a un joyero catalán, Almerique, quien utilizó 17 kilos del primer oro traído de América por Cristóbal Colón, además de pedrería y diversas figuras esmaltadas.

—Luego —prosigue, mientras desmontan la custodia interior de la Reina— el cardenal Cisneros mandó comprar esta pequeña custodia de Isabel la Católica regalándosela a la Catedral en 1505. El resultado final de esta nueva custodia fue un complicado conjunto de pilastras caladas unidas mediante arquillos con filigranas y agujas para formar un templete con la forma de una torre gótica.

—Ya, ya —contesta el segundo, entre molesto y cansado por el trabajo. Algunos comparan la Custodia con la torre de la Catedral de Toledo… Pero de momento, para desmontarla, hemos tenido que preparar un andamio por sus dos metros y medio de altura. Desde luego, para moverla, en los cajones y por separado irán mejor repartidos los 183 kilos de plata, los 18 de oro y las 260 estatuillas. ¡Bueno, eso si no se distrae alguna!

—¡No me extraña que estén tan interesados!

—Ahora, ten por seguro que lo que no viaja es el viril, porque aquel que parece el cabecilla se lo ha echado al bolsillo del mono.

—¡Calla y termina! Que todavía tenemos que hacer todas las fotos, para entregarlas en Madrid.

La necrológica de Julio Pascual, que apareció en ABC el 8 de diciembre de 1967, afirma que había muerto “el último rejero, forjador y artífice de la España contemporánea” y que “su mayor amargura y gozo profesionales se producen en 1936 y en 1939. Es decir, cuando fue obligado por las autoridades republicanas a desmontar la custodia de Arfe de la catedral de Toledo, que debidamente embalada, se disponían a sacar de España, y más tarde, cuando por encargo del cardenal Gomá, fue solicitada su proverbial maestría para efectuar de nuevo el montaje y restauración de la monumental joya.

Escribe Eduardo Sánchez Butragueño: “Afortunadamente para los cuadros y la custodia, debido al avance de las tropas franquistas hacia Toledo, las autoridades republicanas no completaron la incautación de todo lo embalado. La custodia fue localizada dentro de la catedral en cajas, tras la toma de la ciudad por el general Varela y el cardenal Gomá encargó a Julio Pascual que la montara de nuevo.

Sin duda, Pascual hizo algo al alcance de muy pocos: montar y desmontar con la ayuda del manual escrito por Arfe este colosal monumento de orfebrería”.

Veintisiete años estuvo la famosa Custodia de Enrique de Arfe desfilando por las callejas de Toledo, con su pieza más valiosa desprovista de las piedras preciosas que la enriquecían, ya que fueron extraídas a punta de navaja veinte esmeraldas y ochenta perlas

Lo que sucedió con el viril de la Custodia de Isabel la Católica, que es la parte de la Custodia con la que se bendice a los fieles (por ejemplo, en la plaza Zocodover), nos lo cuenta el que fuera cronista oficial de la provincia de Toledo, don Luis Moreno Nieto, que lo recordaba en las páginas de ABC un 28 de mayo de 1964:

“Veintisiete años lleva la famosa Custodia de Enrique de Arfe desfilando por las callejas de la Imperial Ciudad con su pieza más valiosa desprovista de las piedras preciosas que la enriquecían, ya que fueron extraídas a punta de navaja veinte esmeraldas y ochenta perlas. El sacrílego despojo ha sido reparado por el Cabildo Catedral, y este año la descomunal alhaja —así calificó Galdós a la custodia de Toledo—, íntegra y completa, paseará nuevamente al Señor en la procesión del Corpus ante millares de forasteros, a los que será dable contemplar, sin destrozos ni mutilaciones, el mejor trono de Cristo labrado por manos de hombres.

Poco después de la dominación roja de 1936 en Toledo, cuando los dos únicos canónigos supervivientes se hicieron cargo del tesoro catedralicio, entre un montón de cascotes, tras la doble puerta de hierro que protege la sala, hallaron dos cajones con las partes principales de la custodia listas para ser trasladadas a Madrid por orden de Giral; el ostensorio fue hallado entre unos papeles pertenecientes al gobernador civil marxista, pero sin una sola de las piedras que lo enriquecían y que entonces fueron valoradas en dos millones y medio de pesetas. Fueron inútiles cuantos esfuerzos realizó entonces el cardenal Gomá, para recuperar las piedras robadas. Desde entonces se intentó reponerlas”.

El Cabildo, utilizando cien esmeraldas y otras tantas perlas procedentes de otras joyas y donaciones guardadas desde hace siglos de la Catedral, llevó a cabo el difícil empeño en el año 1964.

 

Javier Paredes

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.