Sr. Director:
Los datos de la Ciencia moderna hacen ver que somos humanos desde la concepción y lo mismo nos dice el sentido común. Las madres sabemos muy bien qué hay dentro de nosotras en el embarazo y que sólo le falta tiempo para nacer, no para transformarse en humano.
Si le importa la opinión de los ciudadanos, ¿por qué no somete su juicio en algo tan importante como la vida, a referéndum? Así comprobaría que la mayoría rechazamos el aborto. Promulgar leyes para que el derecho positivo obvie el derecho natural, implantando como derecho lo que ahora es delito, podrá ser una acción interesada; pero no una acción política responsable. El aborto, la eliminación del ser humano en estado embrionario o fetal, es negocio y también cobardía: supone matarle antes de que pueda defenderse siquiera con el llanto, ensañándose impunemente el fuerte contra el débil. Mire, si el derecho otorga al niño no nacido -pero ya en camino- el derecho a la herencia y no puede arrebatárselo su madre, ¿cómo la madre va a tener derecho a quitar la vida al hijo? Cuando una ley es injusta, no cabe su regulación sino su abolición, como sucedió con la esclavitud.
Rectifique, Sr. Presidente, su política abortista y no promueva leyes que le dejen en el peor lugar de la Historia. La forma de ayudar a las madres es facilitar a las adolescentes una educación verdadera, que evite los embarazos no deseados a edades demasiado tempranas (todas conocen el preservativo; pero éste favorece la promiscuidad y por eso las campañas contribuyen al aumento de las ATS y, paradójicamente, del aumento escandaloso de abortos en adolescente). Tanto el que obra como el que aconseja o favorece el aborto, queda manchado de sangre.
Josefa Romo
rgarlipe@gmail.com