Al final, el astuto vicepresidente primero del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, se va quedando sin sitio. No logró que Zapatero dimitiera como presidente del Gobierno ni pudo impedir que siga controlando el aparato del partido. Por último, también fracasó a la hora de bloquear la convocatoria de primarias.

No nos engañemos: Zapatero no perdona. Está dispuesto a morir matando, matando a Rubalcaba, se entiende. La venganza más refinada consiste en haberle tenido en la sala de espera y luego despedirle, a costa de quemarle en las urnas.

Además, la venganza de ZP tiene otra vía de camino. Es ZP quien propicia el famoso tique electoral Rubalcaba-Chacón, con la idea de que Rubalcaba se estrelle y sea la número dos quien dirija el partido en la oposición y aspire a la Presidencia en 2016. El caso es fastidiar a Rubalcaba por el que siente aún más animadversión de la que en su día sintió por Fernández de la Vega cuando ésta le superaba en popularidad.

El bocazas del ministro Jáuregui ya dejó caer que con un solo candidato puede no haber primarias. Quien dice un candidato, dice una candidatura.

Quienes le conocen aseguran que Rubalcaba ha cambiado de opinión y ahora está dispuesto a jugarse el tipo en unas primarias y luego intentar lo que parece una difícil victoria sobre Rajoy. Chacón, en el entretanto, juega a todas las cartas, incluido la de José Bono, quien, por supuesto, no será candidato salvo que el PSOE, y luego el pueblo español en general, le obligue a sacrificarse por la patria.

En cualquier caso, Zapatero juega a "después de mí el diluvio". Ahora anda a la búsqueda de la venganza, primero, y de una salida más honrosa que aquella a la que le fuerza haber dejado el país con un paro superior al 20%. Lo demás, poco le importa.

Dicen que el pueblo tiene el Gobierno y los políticos que se merecen. Pues, caramba, no sé qué hemos hecho los españoles pero ha debido de ser muy grave.

Eulogio López

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