A Ricardo Fornesa le queda poco más de tres años como presidente de La Caixa. Por razones legales no podrá renovar su mandato. Sin embargo, no está dispuesto a que la suya sea una Presidencia de transición. El hombre que sustituyó a Vilarasau quiere dejar huella e imprimir su propio carácter a la mayor caja de ahorros en España. 

Empezando por el final, La Caixa obtuvo 1.357 millones de euros de beneficio bruto durante 2003, lo que representa un 32% más que el excedente del ejercicio precedente. 

Con todo, el beneficio apenas sí tiene relevancia para explicar lo que ha ocurrido en la entidad con sede en Cataluña. Hay que ir más arriba en la cuenta de resultados y encontrarse con un margen de intermediación que crece un 13% y unas comisiones netas que lo hacen en un 4,3%. Los ingresos por comisiones representan un 36% del negocio bancario típico (recordemos que el SCH lo elevaba hasta el 52%). Al final, a La Caixa le queda un incremento del margen de explotación del 23%, a pesar de que los gastos generales ascienden un 6%. Esta es otra de las tónicas del sistema financiero español: los bancos destruyen empleo y las cajas lo crean. El 1 de enero del presente año La Caixa contaba con 24.338 empleados, lo que significa que ha creado 800 empleos en 2003. 

La parte más negativa es que la entidad presidida por Ricardo Fornesa y "ejecutada" por los directores generales Isidro Fainé y Antonio Brufau ha caído en la tentación de las prejubilaciones. Naturalmente, con cargo a reservas en lugar de contra la cuenta de resultados. 

La otra gran cuestión de La Caixa es el grupo industrial. La entidad financiera, cada vez más española, cada vez menos catalana y balear, posee el mayor grupo industrial de España, valorado en 10.484 millones de euros, con unas plusvalías latentes de 3.959 millones de euros. Es el primer accionista de Repsol YPF, con un 12,5%, posee el 3,5% de Telefónica, el 5% de Endesa (por cierto, el único caso donde tiene una pequeña minusvalía), el 3,8% de Deutsche Bank, el 32,3% de Gas Natural, el 20% de Abertis, la mayor concesionaria de autopistas de España, el 47,9% de Colonial, la tercera mayor inmobiliaria del país, el 23,1% de Aguas de Barcelona (Agbar), el 1,5% del gigantesco grupo Suez. Para hacerse una idea sólo la participación en Deutsche Bank vale 1.497 millones de euros. Además, La Caixa sigue comprando empresas de distribución y alimentación. En muchas de ellas se ha entrado en el capital para reducir el endeudamiento que esas compañías tenían con la entidad, pero luego han pasado a ser piezas estratégicas de su grupo de empresas participadas. En este sentido, la cosa no va a acabar con Caprabo y Panrico, sino que ese grupo alimentario está llamado a crecer. 

Y lo más importante, con una política de tipos bajos, ha sido el grupo industrial, que en 2002 diera disgustos debido a Repsol YPF (crisis argentina) y por Telefónica (amortización de la UMTS), el que ha salvado la cuenta de resultados este año. Bueno, el grupo industrial y la fortísima reducción de costes financieros que han descendido un 13,3%, mientras que los ingresos financieros ascendían un 2,4%. Nuevamente, el reto de los grandes bancos sigue siendo ganar dinero en un entorno de los tipos bajos, sólo que a ese reto responden con mayor eficacia las cajas que los bancos. Al menos, las grandes cajas responden mejor que los dos grandes bancos, SCH y BBVA.

Para terminar sobre el grupo industrial, mientras Emilio Botín y Francisco González quieren deshacerse de su grupo industrial, La Caixa, Caja Madrid y otras entidades del sector ahorro lo incrementan. 

Pero no es este el sesgo que Fornesa quiere dar a su presidencia. Bajo el lema "no ganar, pero tampoco perder", Fornesa pretende que La Caixa entre en el mundo "de la pobreza". No es broma, para eso se han creado tres divisiones: Fomento Inmobiliario Asequible, Gestora de Microfinanzas y Gestora de Finanzas para Emprendedores. La primera, quizás la más interesante, va a repetir el plan que querían poner en marcha los inmobiliarios españoles, cuatro años atrás, para construir viviendas, que luego se alquilarían a personas con escasos recursos. En concreto, la fórmula mágica es que La Caixa quiere construir viviendas de 50 metros cuadrados por 300 euros al mes (50.000 pesetas). A diferencia de los inmobiliarios, La Caixa no quiere, a cambio, que el Estado le suprima el Impuesto de Sociedades, sino que pide otra cosa: pretende que los ayuntamientos le ofrezcan suelo barato. Por último, La Caixa está dispuesta a que a los 10 años de alquiler el arrendatario pueda comprar la vivienda en la que vive. Para esta nueva empresa, La Caixa abre fuego con 100 millones de euros. 

La empresa de microcréditos nace con un capital más modesto de 300.000 euros. Se trata de introducir esta formula financiera, especialmente dedicada a mujeres que quieren montar un negocio o a jóvenes que quieren pagarse sus estudios, y que tan buenos resultados han dado en Bangladesh. Eso sí, hay que recordar que el microcrédito no se caracteriza por los bajos tipos de interés, sino por la ausencia de avales por parte del prestatario... que es muy distinto. Por último, La Caixa dedicará 10 millones de euros para emprendedores que quieran montar su propio negocio, siempre que se trate de un negocio de dimensiones muy reducidas. También aquí, la clave no está en el tipo de interés, sino en la menor exigencia de garantías.

Según Fornesa, estas tres iniciativas le resultarán a La Caixa menos costosa que la propia obra benéfica social, dado que habrá un retorno de capital. En cualquier caso, se conforma con lo dicho: no perder. Considera que así La Caixa cumplirá su mejor labor social.

Y hablando de obra social, entre tantos aspectos positivos, alguno negativo. Por ejemplo, lo poco que se ha incrementado la obra benéfico social. Así, para 2004, contando la inversión, la obra social de la Fundación La Caixa crece menos del 3%, mucho menos del crecimiento total del beneficio. Es más, supone un 13% del beneficio bruto, muy alejado de la tradición del sector durante la última década, que trata de conseguir que la obra social de cada entidad represente al menos un 25% del beneficio. No es de extrañar que las cajas catalanas estén temblando, no vaya a ser que el tripartito decida que el reparto de la obra benéfico social es cosa suya, y no de los rectores de la entidad.