Sr. Director:
El martes, la familia salió perdiendo en el Parlamento británico mientras sus homólogos franceses también discutían hasta la madrugada la aprobación legislativa del mal llamado matrimonio gay.

En una Inglaterra que sigue tomando el té a las cinco, se escenificó una votación en la que los partidarios de admitir el matrimonio gay arrasaron por goleada.

Pero donde de verdad arrasó la votación fue en el seno del partido conservador, ahora en el Gobierno. Tres de sus ministros expresaban en carta abierta en la prensa, a modo de persuasión, que el apoyo a las bodas gays por el que había apostado el jefe de gabinete era un paso más en la modernización del partido.

Casi la mitad de los tories no lo vio así. Y la totalidad de la cámara mantuvo la plena libertad para que la Iglesia anglicana no aplicase la normativa y no tuviese que celebrar este tipo de "matrimonios".

No hay nada de moderno en romper el espíritu de una sociedad y más si, como denunció un diputado de la bancada conservadora, se legisla en el mundo de Alicia en el país de las Maravillas.

Lluis Esquena Romaguera