El presidente francés aspira a "representar" a las empresas italianas y españolas frente a los centros europeos y frente a la City londinense
A pesar de las resistencias alemanas, el presidente francés Nicolás Sarkozy ha conseguido situar a Dominique Strauss-Kahn, ex ministro de economía, como principal candidato a convertirse en director gerente del FMI, cargo que abandona de forma anticipada el español Rodrigo Rato.
Sarkozy se ha movido rápido e incluso ha vuelto a repetir la jugada de nombrar a un enemigo político, al socialista Strauss-Kahn, candidato a un puesto goloso e incluso labrarle el apoyo de la Unión Europea, algo que ha conseguido a pesar de las resistencias alemanas.
No sólo eso, a cambio de ceder la Presidencia de EADS a los germanos, pues el consorcio aeronáutico estaba retenido por las continuas diferencias entre París y Berlín, Sarkozy ha prometido reformas en el anquilosado modelo laboral y de rentas francés a cambio de retrasar el cumplimiento del equilibrio fiscal galo, que debía haberse conseguido en 2004 y ahora no se conseguirá hasta el 2014. Recordemos que, hace apenas unas semanas, todo los miembros del Eurogrupo pactaron en Berlín que, sin más dilaciones, el equilibrio presupuestario en todos los países de la zona euro debería alcanzarse en 2010 (España ya lleva cuatro años en ese equilibrio, gracias a una economía de fuerte crecimiento pero con salarios bajos).
Y ojo, porque la cesión en EADS supone que Merkel acepte la primacía francesa en la reconversión más importante que queda pendiente en la UE: la energética. Mejor: las de las empresas energéticas.
En esta línea hay que interpretar que el financiero franco-belga, Albert Frère haya recuperado el 5% del capital de Iberdrola, a día de hoy la empresa más deseada por todos los grandes operadores del mundo, especialmente los europeos. El millonario Frère, cuyo mejor amigo en España es Juan Abelló, se el socio ideal del Gobierno francés en la privada Suez, que se dispone a Absorber a la pública Gaz de France.
Pero Sarkozy no para. Otro pulso, también con Alemania: según el presidente galo, el Banco Central Europeo debería relajar su política monetaria, algo que el presidente de este organismo, su compatriota Jean-Claude Trichet, no ve con buenos ojos… ni tampoco la canciller Merkel.
El Gobierno alemán insiste en que el BCE debe tener total libertad en política monetaria. Sarkozy, naturalmente, dice lo mismo, pero asegura que hay que potenciar las funciones del Eurogrupo. En definitiva, mayor control político sobre el BCE, para presionar a Trichet de que baje el precio del dinero. Esto hay que leerlo en clave francesa: el país vecino no tiene problemas e inflación pero su economía continúa un tanto dormida. Le interesa, al revés que a España, más crecimiento aunque genere mayor inflación.
Otro frente que no descuida el vendaval Sarkozy es el británico. A fin de cuentas, el nuevo inquilino del Eliseo está convencido de que hay que relanzar el eje París-Berlín-Londres, con él representando a los poderes económicas del sur de Europa, especialmente italianos, españoles y portugueses. Pero Europa debe ser cosa de tres: París, Berlín y Londres.
El hueso más duro de roer para don Nicolas es Gordon Brown y su ministro de Economía, Alistair Darling, para quien Sarkozy no es más que un proteccionista. Ahora bien, dada su contribución a la Unión Europea, Londres no puede halar demasiado alto y, en cualquier caso, lo que prefieren los ingleses es controlar, a través de la City, y en buena armonía con Estados Unidos, los flujos financieros, más que la nacionalidad de las compañías británicas.
En Bruselas ya se habla de Vendaval Sarkozy.