Una moda, absolutamente liberticida, que se extiende por el mundo, similar a la nueva normativa del inefable Lula da Silva -otro peligro para la libertad en el mundo-: en Brasil se podrá denunciar a quien se atreva a expresar en un lugar público una opinión contra la homosexualidad. En definitiva, estamos a un paso de que la homosexualidad sea obligatoria, según el inefable axioma progresista: aborto despenalizado, aborto libre, aborto financiado, aborto obligatorio. Cambien aborto por homosexualidad y la sucesión es la misma.
Por otra parte, Obama camina hacia el gaymonio. Si no puede hacerlo es por el pequeño detalle de que al menos en ocho referendos (tres durante las últimas Presidenciales) donde la población norteamericana fue consultada al efecto -incluida la liberalísima California- concluyeron que el matrimonio es esa institución formada por un hombre y una mujer.
Lo de Brasil y Estados Unidos es lo que podríamos llamar valores invertidos, que en el Evangelio se denomina Blasfemia contra el Espíritu Santo: no se trata sólo de negar, en teoría en la práctica, lo bueno, sino de convertir lo malo en bueno y lo bueno en malo... y en perseguible.
Naturalmente, la inquisición gay se basa en un sofisma tan simple como eficaz. No se distingue entre la persona y la idea, situación o condición. En otras palabras, se entiende que atacar la homosexualidad es atacar al homosexual. Igual que decir que atacar a la pobreza es atacar al pobre o que atacar al sida es atacar al sidoso. Quien, como yo, considera que la homosexualidad es aberrante, no maltrata al homosexual sino que trata de convencerle para que abandone tan limitativa condición y se realice como persona. Pero a Lula y a Obama les encanta cualquier tipo de inversión y, de modo muy especial, los valores invertidos.
Eulogio López
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