Sr. Director:
Es increíble cuán hipócritas pueden llegar a ser hoy nuestras sociedades. No acabo de reponerme del asombro –y a la vez admiración- por el trato dado en Zaragoza a Fernando, quien no ha tenido miedo de llamar asesinos a quienes lo son, a quienes vienen perpetuando el peor de los terrorismos que ha inventado el hombre: el de asesinar a los seres más inocentes e indefensos, amparándose bajo la bandera de los supuestos derechos de la mujer.
En tanto él sufría las consecuencias de no haber tenido miedo a denunciar lo denunciable, en Portugal
En la tal página, tienen el mal gusto de promocionar un vestido que porta una joven modelo, cuyo vientre aún se nota abultado por el supuesto embarazo que fue interrumpido por la ‘filantrópica' organización. El vestido en cuestión es de color crema, y por el frente lleva, en rojo sangre, la leyenda: "Yo aborté" –en varios idiomas, se ve que son del gusto internacional-. Y por detrás una gran esfera roja más otra leyenda: "¡Estoy viva!".
Es una pena que no digan lo que sucedió al pequeño que antes ocupaba el vientre de las mujeres a quienes están destinadas esas prendas de ropa. Ellos no están vivos, y han sufrido lo indecible, por más que quienes los asesinan digan que no son seres humanos, ni sienten, ni tienen ningún derecho...
¿Cómo pueden algunos seguir usando con fines políticos e ideológicos el error de Bush respecto a la guerra de Iraq, y no denuncian a los abortistas, y más aún atacan a quienes sí los denuncian? Es esta hipócrita cultura de la muerte envuelta por el halo de los falsos Derechos Humanos.
Yo también digo, con Fernando, a todos los abortistas: ¡Asesinos!
Cristina Alba.
Desde México.
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