Hace unos días se informaba en todos los medios de comunicación, y con especial énfasis en los locales y regionales, de que en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla había nacido una niña "libre de taras genéticas" gracias a las nuevas técnicas médicas de las que Andalucía se presenta como abanderada. Pude leer en algunos medios que estas técnicas habían curado a la niña y permitido su feliz y sano alumbramiento.
Sería oportuno aclarar la noticia y justo reclamar al menos un mínimo rigor a los medios, e informar de que a esta niña -de cuyo sano nacimiento todos nos alegramos- no ha sido curada de nada por ningún médico. Esa avanzada técnica de la que algunos presumen consiste en observar un determinado número de embriones -es decir, de seres humanos en su primera etapa de vida- para escoger aquel que cumpla determinadas características -en este caso carecer de una tara genética, en otros en función de su sexo u otra condición- y desechar el resto. Al sano no se le practica ninguna cura, ningún tratamiento. Simplemente se le escoge por ser mejor que sus hermanos, a los que se sentencia a muerte por no ser "apropiados".
O dicho de otra manera, una simple y clara eugenesia: La destrucción del imperfecto para quedarnos con el mejor. Lo que cuando se trata de seres humanos me resulta escalofriante.
Una niña sana ha nacido. Bienvenida sea. Unos supuestos médicos y científicos con sueldos a cargo de nuestros impuestos han sido los encargados de elegirla a ella y exterminar a sus hermanos. ¿En nombre de qué progreso? No en mi nombre.
Gonzalo García Yangüela
gyanguela@andalunet.com