Un médico profesor en una prestigiosa universidad de Medicina se dirige a sus alumnos. Les habla de la necesidad de mantener la mente abierta y de revisar viejos clichés que el paso del tiempo amenaza con declarar obsoletos. Les habla, en suma, de la necesidad de que la humanidad, y en concreto la profesión médica, comience a aceptar la necesidad de una muerte digna, y más que digna, liberadora, en algunos casos límites. Para convencer a su auditorio, el doctor les cita un caso real, el de uno de sus pacientes, precisamente aquel que le ha hecho repensar sus opiniones acerca de la eutanasia:
- Miren ustedes, mi paciente no es capaz de valerse por sí mismo: no puede hablar ni entiende nada de lo que le dices, y sufre tremendas depresiones, acceso incontrolable de llanto que, a veces, duran minutos, incluso horas, con grandes espasmos de dolor. No controla su aparato urinario y defeca sobre sí mismo, por lo que hay que estar cambiándole de ropa casi continuamente. Su digestión resulta problemática, y es rara la ingesta que no termina en vómito.
Sinceramente, ¿es esto vida? ¿No sería mejor liberar a mi paciente de su propio horror y liberar a su familia del sufrimiento de estar pendiente de una persona sufriente, con la que la convivencia es sencillamente imposible?
El doctor sometió a votación su propuesta y la mayoría de los médicos presentes, tras referirse a la eutanasia activa, eutanasia pasiva y un sinfín de consideraciones, decretaron que sí, que lo más humano era librarle de su horror.
El director del curso se empeñó, entonces, en enseñar una foto del paciente. Introdujo una diapositiva en la máquina y sobre la pantalla del proyector todos los presentes pudieron contemplar un bebé de seis meses, mofletudo y rebosante de salud.
No, no es broma. Lo narrado sucedió en un aula de
El suceso fue trasladado a imágenes por el periodista Pablo Caruso en la cadena de televisión de la famosa Madre Angélica, EWTN, en el programa "Se puede", que se recibe vía cable o bien en Internet (www.ewtn.com). Al final, Caruso hablaba de que todo en la vida depende del amor que pongas en las cosas y de que a la persona nunca se le puede considerar, ni al principio ni al final de su vida, como un impedido o alguien incapaz de producir y de contrarrestar.
Viene todo esto a cuento porque el PSOE de Rodríguez Zapatero quiere lanzar en septiembre su gran campaña a favor de la eutanasia, otro logro social del nuevo Gabinete. Y como el eje del programa socialista es la cultura, nada mejor que combinar la película "Mar Adentro", de Alejandro Amenábar, con el Boletín Oficial del Estado (BOE). Amenábar, un gran director y un pensador menor, aplica su lógica de tópicos al caso de Ramón Sampedro, aquel gallego tetrapléjico que se empeñó en liar a sus próximos (no mucho, ningún juez iba a perseguir el delito) para que le mataran. Pues bien, Amenábar ha convertido a Sampedro en un héroe cuando lo que fue, con todos los respetos hacia el difunto, un gran cobarde. Ya lo he dicho otras veces: lo malo no es lo gay, sino el orgullo gay. Lo malo no es que alguien cometa el peor de los homicidios (el suicidio) y que encima líe en su locura a un tercero que ejerce el papel de verdugo. No, lo peor es que venga luego Amenábar y te cuente una historia (tristísima, que por algo es de Amenábar) para decir que eso que hizo Sampedro… es lo que hay que hacer.
Mucho me temo que el Festival de Venecia no se hubiera atrevido a nominar, es decir, a promocionar, una cinta donde se contara una historia (las hay a miles) con un anti-Ramón Sampedro, es decir, una historia que no se basara en la tristeza ni en la desesperación, sino en la alegría de vivir y en la esperanza.
Es igual, Zapatero, siempre con la cultura, aprovechará para seguir captando votos entre la progresía… y entre los admiradores de Amenábar. El precio es lo de menos. La televisión pública ya está en campaña, y los telediarios se llenan de reportajes sobre la cinta. Y ya saben: un minuto en un telediario vale más que todas las campañas promocionales del mundo. Y, además, resulta mucho más barato.