Pocos indicadores del tono vital de la sociedad son tan elocuentes como la tasa de divorcio, en la medida en que representa la ruptura de un proyecto vital y un fracaso sobre el acuerdo entre dos personas a la hora de organizar su presente y su futuro.
No olvidemos que la ruptura de la convivencia matrimonial, al margen de cómo se formalice jurídicamente, siempre es un fracaso, incluso en los casos en que se plantea como la única salida para resolver situaciones complejas. Un fracaso que afecta a las personas directamente implicadas, pero que también tiene una innegable dimensión social.
En España, favorecido por una ley que hace que el matrimonio sea el contrato menos protegido de toda la legislación, se produce una ruptura matrimonial cada tres minutos y medio; en los últimos seis meses se han roto más de setenta mil matrimonios, a pesar de la crisis económica que tiende a ralentizar estos procesos.
Esta carrera que se suele presentar como una liberación, esconde no sólo heridas profundas, sino una incapacidad de estabilidad y vertebración social, y un fracaso cara a los hijos de múltiples consecuencias. Estoy convencido, Sr. Director, que cualquier lector conoce casos que verifican mi apreciación.
José Morales Martín
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