¿Qué hace una izquierdista como Elena Salgado en el Ministerio de Sanidad? Porque esta es la cosa: la responsable de Sanidad no es una progre, sino una roja, es decir, una persona bastante más seria (antipática, pero seria). Pero uno es prisionero de su cargo, por lo que está obligada a actuar, no a ser (que diría el gran Zubiri).
El nuevo número a la que se ha visto obligada es a pedir un debate nacional sobre el aborto, que es algo parecido a un petición de socorro, porque las conciencias pueden aletargarse, dormirse y hasta emborracharse, pero superada la resaca vuelven a su ser. Pero Salgado sabe perfectamente que el debate que predica está adulterado en origen. No puede abrirse debate alguno cuando se impide la contemplación de lo evidente. Difícilmente puede ejecutarse un debate público sobre las torturas norteamericanas en la cárcel de Abu Gharib, sin las imágenes de la soldado Lynndie England arrastrando con una correa a un recluso iraquí en cueros. Por la misma razón, no puede haber debate público sobre el aborto, la mayor aberración contemporánea, si antes no se les muestra a los españoles qué es un aborto. Y se puede, claro que se puede: la técnica lo permite, incluidos los formatos "en tres dimensiones".
Aquí ocurre lo mismo que aquel cartel de "Se vende" que alguien colocó en el cristal de una planta baja con una cantidad un tanto elevada. Alguien pintó justo debajo del "Se vende": "¿A qué no?".
Un debate sobre el aborto, ministra Salgado? ¿A qué no? La gran mentira quedaría al descubierto. Este matadero en que el aborto ha convertido a España podría volverse el más entusiasta defensor de la vida. Bastaría con una película para despertar las conciencias más recalcitrantes, deformadas, laxas o simplemente atormentadas.
Eulogio López