Sr. Director:
Cuando una sociedad vive en democracia, tiene derecho a opinar sobre lo que piensa, a usar de su libertad, a centrar situaciones en defensa de lo opinable, pero también este sistema debe dar la seguridad, el respeto a las personas e instituciones y criterios opuestos en temas de creencias y sentimientos religiosos.

Así se entendería la democracia y sería bueno porque en eso confiaron tantos españoles.

El tiempo tristemente ha creado la desconfianza en tantas situaciones, que se ve abocada y mezclada con el poder y la política.

Si vivimos tiempos difíciles habría que analizarlo y reflexionar sobre algunas causas.

Los cristianos, mayoritariamente los católicos, no nos parece oportuno la reprobación que algunos de los parlamentarios quieren llevar al Congreso de los Diputados, basándose en la contestación que su Santidad el Papa dirigió a un periodista en el avión de regreso a Roma al finalizar su viaje a algunos países del continente Africano.

Parecen olvidarse que el Papa es el Jefe de la Iglesia Católica y como tal sus mensajes son la guía para los que libremente queremos seguirle.

Con nuestro respeto y nuestra confianza a su persona nos sentimos ofendidos y molestos al mezclar erróneamente sus palabras, para hacer de ello tema de enfrentamiento y desconcierto.

Es verdad que los católicos estamos extrañados del bombardeo que se ha dado en crónicas, debates sectarios y en los medios de comunicación afines a la polémica y al error. Los católicos coherentes respetamos a todas las personas aunque no piensen como nosotros, pero no debemos respetar ni admitir el error.

Si se quiere distraer la mirada, ante la situación alarmante que se vive está claro que el dardo siempre va dirigido al mismo sitio.

Los católicos coherentes respetamos a todas las personas aunque no piensen como nosotros, pero no debemos respetar ni admitir el error: Y Yo te digo a ti, que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré Yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella (San Mateo 16).

Ahí está en un lado nuestra confianza y en el otro nuestra repulsa.

Inés Robledo Aguirre

irobledoa@gmail.com