Un pueblo, una patria, no son sino aquello que crean sus poetas. Olvídense de los conceptos de verdad y bien: son tan imprescindibles como tediosos. Filósofos y moralistas no tienen nada que hacer frente a los artistas. Para conocer a un pueblo es más práctico centrarse en lo que producen conceptos tan soberanos como la verdad y el bien. Por ejemplo, toda la modernidad, toda la progresía, termina en espectáculo: es el resultado final de una filosofía, una cosmovisión, de la más profunda de la gaya ciencia llamada sociología. Y como por sus frutos los conoceréis, resulta interesante, saber en qué ha acabado la progresía.

 

La progresía ha acabado en Juan Goytisolo, nueva estrella emergente consagrada en el suplemento literario de El País, Babelia (conocido en el mundillo periodístico como ‘Bobelia'). Goytisolo nos explica que Las Mil y una Noches, que de eso se trata, es la "semilla de la literatura universal". Como quien dice, hemos llegado al credo literario. Callen y escuchen:

 

"Xhá, Jaimito en árabe, un muchacho listo e inocente a la vez, salió de viaje, le pilló la noche lejos de casa y –el cuentista explica que era un joven muy atractivo de doce o trece años- tenía que dormir en un dormitorio de hombres, se hizo la composición de lugar y pensó: ‘De aquí yo no salgo virgen'. Así, cuando anocheció se fue al mercado, compró un cuenco de sopas de habas, un potaje muy espeso, y cuando apagaron la luz, tiró en los fondillos de su pantalón este potaje. Cuando su vecino, atraído por su juventud, avanzaba, su mano pecadora tocó esta sustancia, retiró la mano, y así todos los que intentaron meterle mano se alejaban inmediatamente".

 

Y, concluye el máximo exponente de la modernidad literaria, "gracias a esta astucia pudo preservar su integridad".

 

¿No es como maravilloso? Comparen este mundo del lirismo, filosofía primera, sabiduría eterna, inteligencia emocional, Oriente visto al trasluz por Goytisolo, y compárenlo con la petulancia occidental, ‘cristianoide', lamentable.

 

No se crean que tan impresionante relato es una excepción dentro de lo que Goytisolo y Babelia presentan como la cumbre estética del mundo mundial. Nuestro hombre de Marrakech está enamorado de Las Mil y una Noches, cuyo origen son los relatos orales del mundo indostánico y pérsico, una cadena de relatos donde, atención, atención, no hay "autoría ni autoridad. Esta es la maravilla de Las Mil y una Noches, que no es como esos relatos que están en el origen de las religiones monoteístas que son lo que son, como un credo".

 

¿Comprenden? Hemos llegado a donde teníamos que llegar. Y algunos relatos de Las Mil y una Noches, ¡oh sublime muestra de tolerancia!, "presentan en pie de absoluta igualdad a judíos, musulmanes y cristianos. Es decir, que dentro del relato existe una tolerancia que amortigua el rigor de las tres religiones monoteístas". ¿Van cogiendo dónde está el bien y dónde el mal? El bien, está clarísimo, en las sopas de habas, el mal, en los credos monoteístas.

 

Pero Babelia es cosa seria. Necesitaba profundizar más, de la mano de su ídolo, y este no falta a la cita con la sublimación. Ahí va: "El rey Sahrayar, un rey justo al que sus súbditos amaban, tenía un hermano que era rey en un pequeño país y un día regresa de improviso a su casa y descubre a su esposa con un esclavo negro y lo mata. Entonces va a ver su hermano, el rey Sahrayar (como creo haber dicho antes), y estando en palacio, desde la ventana, ve que la esposa de su hermano, con otras veinte muchachas, son poseídas por veinte esclavos negros (quizás fue entonces cuando surgió el ancestral odio que los árabes sienten hacia los negros), comprende entonces que lo que le ha ocurrido a él es mucho menos grave que lo que le pasa a su hermano (brillante ponderación la del hermano de Sahrayar), recupera la alegría (al parecer, el hecho de que la cornamenta de su hermano superara con creces a la suya le producía una hemorragia de placer) y lo cuenta todo al rey Sahrayar. Este ordena matar a los esclavos, a la esposa, a las doncellas, etc."

 

A partir de aquí (confiesa Goytisolo, gran narrador), comienza la segunda parte, que es la más interesante-: el rey Sharayar (no se dónde he oído yo este nombre) ordena que le traigan una virgen cada día, la desflora y la mata a continuación, es decir, se convierte (por si no lo habían cogido) en un asesino en serie, en un monstruo… Llega un momento en que su visir no encuentra más vírgenes y aquí aparece su hija, Sharazad… una mujer cultísima (y, al aparecer, algo gili), y ella misma se ofrece para ir con el Rey… Después de hacer el amor con él (¡comprometido trabajo el de visir y el de hija de visir en aquellos cultos tiempos!), le dice: ‘¿No quiere que le cuente una historia extraordinaria y maravillosa?'. El Rey acepta y así empieza Las Mil y una Noches".

 

En ese momento, la periodista que firma el reportaje ya ha sido abducida por la profundidad de Goytisolo, Las Mil y una Noches y Sadam Husein, todos puestos en fila, y concluye:

 

-¿El rey Sahrayar es aplacado finalmente gracias a la literatura?

-Sí –responde un entusiasmado Goytisolo ante una alumna espabiladísima- y, gracias a ella Sahrazad salva la vida de su padre el visir (como si dijéramos, el proxeneta del invento) pero salva también la vida de todas las muchachas (una muchacha muy sacrificada). Es la cultura, son todos estos cuentos maravillosos los que van adormeciendo y apagando poco a poco el furor destructor del Rey (una conclusión última que, como tantos otros, dominados como estamos por los dogmas monoteístas, no hemos logrado captar en toda su esencia).  

 

Comparen ahora estas delicadezas del espíritu con la aspereza del Evangelio o las epístolas de San Pablo o el antiguo testamento, la patrística y al escolástica… todo eso es puro dogma, lamentable, muy poco tolerante, menos progresista, su vulgaridad y su ordinariez resultan ofensivas ante el cuenco de habas del joven virgen y ante la ira profunda de rey Sahrayar, una especie de Corín Tellado pero con un pelín más de sangre.  

 

Profundicen señores, profundicen. No, no estoy hablando de un panfleto, sino de la última testa coronada, testa literaria, por supuesto del periódico más leído de España, arquetipo de la modernidad, del análisis cultural en estado puro. Un análisis profundo, que va desde el Rey cabronazo al muchacho del puré de habas salvador. Y sin necesidad de dogmas ni porquerías semejantes.

 

Palabra que no me invento nada. La entrevista reportaje con el señor Goytisolo fue portada del suplemento literario del 17 de julio. Pueden comprobarlo.

 

Y así, todos, queridos amigos seguimos aquí, con cara de gilipollas, esperando que alguien grite que el emperador va desnudo. No me refiero a Polanco, sino a Goytisolo. El señor Polanco no se desnuda jamás.

 

Eulogio López