Definitivamente, el Gobierno central, es decir, AENA; es decir, la ministra de Fomento Magdalena Álvarez, ha decidido que la opción políticamente menos arriesgada era la de dividir la parte del león de la nueva terminal Sur del aeropuerto barcelonés de El Prat, entre Iberia y Spanair.
Los candidatos eran Marsans y Vueling. De ésta, empresa catalana, mejor no hablar: la sombra de la quiebra planea sobre ella y su socio principal, Planeta, ya está coqueteando con Air France para comprar Iberia. Marsans, es decir Gonzalo Pascual y Gerardo Díaz Ferrán, presidente de CEOE; aseguraron al Gobierno autónomo que si les daban la terminal de El Prat ellos convertirían a Barcelona, de la mano de Lufthansa, en un "hub" que haría realidad el imaginario nacionalista catalán: viajar desde Barcelona sin hacer escala en Madrid.
La verdad es que los suecos de SAS -¿por qué será?- no quieren ni oír hablar de Pascual y Díaz, y se niegan a venderles Spanair aunque sean lo únicos postores, y eso a pesar de haber compartido gestión y propiedad -más gestión que propiedad- durante 15 años.
Al final, Montilla ha tenido que ceder y AENA les lleva Iberia al Prat, precisamente esa compañía que tiene nombre de piel de toro.