Tras ver Spider-man 2 queda claro que sólo un aficionado al cómic del famoso hombre araña, como es el director Sam Raimi, podía acometer una secuela sobre el popular personaje y no fracasar en el intento. Salvando las distancias argumentales, estamos ante un caso similar al de Peter Jackson y su fabulosa trilogía cinematográfica de El Señor de los anillos que no defrauda en ninguna de sus entregas. Porque Spider-man 2 consigue ser superior a la primera película al tener mucha más carga dramática y mucho más empaque en la puesta en escena. Ahora Spider-man se enfrenta a un científico, el profesor Octopus, para el que no hay límites éticos con tal de alcanzar su objetivo. Una clara crítica al cientifismo, aplicable tanto en los años 60 (cuando surgió el cómic) como a los tiempos actuales.
En esta segunda entrega hay más violencia (atención a todos los enfrentamientos entre Spiderman-Octopus), unos efectos visuales insuperables (obra de John Dykstra), más humor soterrado (sobre todo referente al periodismo sensacionalista) y un claro mensaje. Las dos frases más significativas de la película hacen alusión a la responsabilidad que todos los seres humanos tenemos ante nuestros semejantes dentro de la sociedad. Una la pronuncia May, la tía de Peter Parker: "Todos llevamos un héroe dentro aunque debamos renunciar a lo que más queremos". La otra, el malvado del film, el Dr. Otto Octavius, antes de transformarse en un monstruo: "La inteligencia no es un privilegio, es un don para ayudar a los demás"
Cualquiera de las dos reflexiones es una buena excusa para que acudan a ver esta entretenidísima película cuyo eje gira alrededor de la encrucijada, el conflicto moral, en el que se encuentra un joven llamado Peter Parker que quiere ser un ser humano como los demás, no un superhéroe.