El ministro de Economía, Pedro Solbes, ha tirado la toalla del equilibrio presupuestario para 2005. El papel lo aguanta todo y los presupuestos que vayan a la Cámara irán equilibrados. Pero sabe que la recuperación de Francia y Alemania es, hoy por hoy, una entelequia y que el petróleo no permanecerá en la horquilla de 30-33 dólares. Por mucho que se empeñe su secretario de Estado de Economía, David Vegara, en insistir en el crecimiento del 3% para 2005, el discurso resulta bastante poco creíble.

 

Por otra parte, el anuncio de su sucesor en la Comisión de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, sobre una flexibilización del Pacto de Estabilidad, le da un mayor margen. A todo esto, hay que sumar las tentaciones de gasto de sus "ministros más jóvenes" y la tensión catalanista en el debate presupuestario que exige el saldo del déficit sanitario y el incremento de 6 puntos en inversiones en infraestructuras. El resultado final es un claro déficit, por mucho que Solbes trate de salvar su "liberalismo socialdemócrata".

 

Así las cosas, deflactar parcialmente la tarifa no resultaría especialmente dramático. El pasado viernes 27, tras el Consejo de Ministros, Solbes salió por peteneras a la pregunta con un "se está considerando" como toda respuesta. Pero ahora la exigencia de Izquierda Unida y de otros grupos parlamentarios puede convertir el "estudio" de Rubalcaba en una realidad.

 

Por otra parte, la deflactación es de justicia si no se quiere aprobar una subida de impuestos efectiva en términos reales, que es exactamente lo que practicaron los anteriores gobiernos populares. Sorprende que la subida de las pensiones para actualizarse a la inflación resulte automática y que, sin embargo, la deflactación de la tarifa esté sometida a la voluntad política y sea motivo, año tras año, de debate parlamentario. ¿Asimetría?