Sr. Director:
El Papa, en Estados Unidos, habló a los jóvenes de estos "cuatro aspectos esenciales del tesoro de nuestra fe: oración personal y silencio, oración litúrgica, práctica de la caridad y vocaciones".
Se ve que le escucharon unos y sintonizaron con él otros. Como católica, estoy atenta a las noticias sobre la Iglesia, y algunas me alegran mucho, como estas dos que he recibido hoy: "El Seminario de St. Joseph de Yonkers, en Nueva York, ha recibido una avalancha de solicitudes de muchachos que quieren ordenarse sacerdotes".
La otra, me la ha transmitido una amiga esta tarde: "En las monjas Clarisas de Lerma (Burgos), contemplativas, hay 120 religiosas; más de sesenta de ellas, ventiañeras, casi todas con carrera".
¿Me espanto? No: sé que Cristo sigue llamando, enamorando y suscitando entregas, lo mismo hoy que ayer, en el siglo XXI como en el siglo I. ¿Por qué nos admiramos de que en algunos sitios surjan tantas vocaciones? Una nota común: no se ha rebajado la exigencia ni ahogado el carisma fundacional.
Yo creo que tenía sobrada razón el siervo de Dios Padre Tomás Morales, un jesuita del siglo XX, gran educador de la juventud educaba uno a uno). Le oí decir: "A los jóvenes, si se les pide poco, no dan nada; si se les pide mucho, dan algo".
Sí, en un ambiente "light" de mucho diálogo entre amigos pero sin oración personal; en un ambiente en donde no se cultiva la reflexión ni la constancia ni la abnegación, no pueden madurar vocaciones de entrega total.
Sólo en el silencio de la oración, el corazón noble del joven se puede encontrar con Cristo y enamorarse de Él para entrar en la vida religiosa, en el seminario o disponerse a vivir la belleza del matrimonio en una entrega responsable, fiel, gozosa y fecunda.
Josefa Romo Garlito
josefaromo@gmail.com