Y aún ha resultado más trágica la reacción de esa misma progresía que llegó al poder al grito de "prohibido prohibir" y que resumió todo su dogma en el "Abajo los curas y arriba las faldas", heredera de aquel credo que recogía la pintoresca carroza que desfilaba por la madrileña Puerta del Sol, en los tiempos gloriosos de la II República, portando a un grupo de liberales señoras, con el faldón bien enhiesto, que coreaban su desenfadada doctrina: "¡Viva la libertad de enseñanza!".
Lo digo porque el poder mediático se ha lanzado a una de esas controversias que sólo pueden darse en el mundo actual. ¿Debemos castrar a los pederastas? (químicamente claro, que la castración física da mucho asco). Recuerden, todavía hay algo peor que las tiranía de los jueces y ese algo es la tiranía de los medios. En una de sus mejores plasmaciones, Clive Lewis explica que la tiranía del mundo no la ejercerán militares bigotudos ni políticos de expresión ceñuda, sino médicos con bata blanca, que tranquilizarán al paciente: "Pero mi querido amigo, si nosotros no queremos condenarle: queremos curarle". Y es que la tiranía del siglo XXI -por ejemplo- llegará por el relativismo que ya nos domina, donde no existe ni el pecado ni la culpa, donde las aberraciones recibirán el nombre de patología. ¿El pederasta? Un psicópata no necesita castigos, sino fármacos, fármacos que inhiban su deseo sexual.
Estos majaderos se han creído la tontuna del alma neuronal y piensan que el sexo es una cuestión de genitales. Ya pueden castrar -física o psíquicamente- al violador o al pedófilo, que si su conciencia -la espiritual y no neuronal- no le arguye de culpa, seguirá violando, o destrozando, a niños, niñas y a toda carne que se le ponga lo suficientemente débil, siempre que sea lo suficientemente débil, porque el sádico siempre es cobarde. No, mientras no cambie la conciencia, en uso de su libertad, no hay nada que hacer. Y ni la conciencia ni la libertad son neuronales. Pero claro eso exige volver atrás, que es otra forma de caminar hacia adelante, sólo que en otra dirección, a veces la dirección adecuada, y volver, en nombre de la libertad y en defensa de la inocencia a recuperar el matrimonio indisoluble entre sexo y amor, lo único que puede limpiar el fondo del pozo: que el hombre nunca es un medio.
El regreso a la cordura, es decir, a la libertad, no sólo es importante: también es urgente.Eulogio López
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