El doctor Montes se ha querellado contra el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Manuel Lamela, más que nada porque al de las sedaciones profundas del hospital de Leganés le ha dio muy bien en los tribunales, lo que demuestra la madera del personaje.

Insisto: en el siglo XXI, la mejor forma de reconocer a un canalla es contar el número de demandas que interpone a sus semejantes. Por contra la buena gente se distingue de ellos en que no demanda ni se querella contra nadie y que no confunde el Estado de Derecho con el garzonismo.

El doctor Montes quiere venganza y encabeza el 'ranking' de ponedores de querellas. Ha denunciado, demandado y llevado a los tribunales a políticos, periodistas, asociaciones, pacientes, etc. Los familiares de los prematuramente muertos que quedaron en sus servicios, no les ha hecho ni caso.

Y es que en toda la Administración de Justicia -nada que ver con la justicia- el truco consiste en disponer de los jueces apropiados y del procedimiento o tramitación del caso. Por ejemplo, la causa del doctor Montes -algo tan sencillo como decidir si el buen doctor había aplicado la buena muerte, la eutanasia, o no, se sustanció de la siguiente forma: le absolvieron con gran celeridad un tribunal formado por tres jueces ¡dos de los cuales habían firmado un manifiesto a favor de la eutanasia!

Y nadie dijo nada.

El doctor Montes se aprovechó, como oportunamente ha recordado Esperanza Aguirre, del principio primero de la perversión del llamado Estado de Derecho: no todo lo que es verdad es demostrable. Dado que no se practicaron autopsias de los casos más sospechosos, no pudieron alegarse pruebas. Pero, como afirmó una de las pacientes acusadores: mi padre ingresó con molestias y 48 horas después estaba muerto.

El doctor Montes negó haber practicado la eutanasia pero, por pura casualidad, nada más librarse de la cosa judicial -momento en el que comenzó su carrera de acusador- se dedicó a practicar, de la mano del partido que le defendió, encumbró y abrió la mano de los medios 'eutanásicos', en el apóstol de la eutanasia. Si con tanto denuedo negaba haberla practicado, ¿por qué la promueve con tanto entusiasmo?

La justicia española no sólo no es justa, sino que es una justicia para ricos, para los que pueden pagarse un buen abogado. Aquel que disponga de unos servicios jurídicos gratuitos puede hacerle la vida muy complicada al prójimo. Al parecer, el doctor Montes tiene recursos ilimitados cuando se trata de movilizar la justicia. Y eso que no dispone de Garzón. Al menos por el momento.

¿Cuál es la razón de ser, es decir, la razón de actuar, del doctor Montes, un alma delicada que sólo quería paliar el dolor de sus pacientes? Pues la misma de quienes autorizan, promueven, financian y ejecutan -sobre todo estos últimos, los médicos y los PC's, o prestigiosos científicos- la selección genética de embriones con fines terapéuticos -los fines siempre son muy loables-, selección que, como su mismo nombre indica, significa eso: seleccionar los que tienen derecho a vivir y los condenados a morir, lo más parecido que el hombre puede hacer, en su demencia, para parecerse a Dios, a un dios chiflado y homicida que decide el destino de los hombre. El Ministerio de Sanidad, es decir, la nueva, flamante y sonriente ministra Trinidad Jiménez acaba de permitir justamente eso. Es exactamente lo mismo que lo de Montes: seréis como dioses, frase cuya autoría y 'copyright' es de todos conocida. Dioses que deciden quién vive y quién muere, y que recuerda aquella foto de Auschwitz, cuando los trenes de ganado humano llegaban al nuevo campo de Berkenau y, allí, en el mismo andén, el oficial nazi decidía quién era un esclavo útil para el III Reich y quién, como Edith Stein, como tantas mujeres, ancianos y niños, debían ser conducidos al fondo del complejo, donde se encontraban las cámaras de gas.

Eulogio López

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