El de Portugal, en el alero. A Grecia e Irlanda, los salvamentos les hunden más. Los pequeños (Islandia y Finlandia) dan lecciones a los grandes (Alemania y Francia) sobre cómo afrontar la crisis. Y el precio del oro se dispara. Ya hay quien se plantea dejar caer la deuda soberana. Y lo peor tentación: replantear el Estado del Bienestar

La opción islandesa -quiebra e impago de bancos- así como la cuasi victoria electoral de Verdaderos Finlandeses, partidario de no aprobar el salvamento forzado de la Unión Europea puede terminar con la política de los rescates de la deuda soberana. El caso griego es paradigmático: el rescate sólo ha servido para ahogar aún más la economía griega, un país con serio peligro de estallido social violento y sin perspectivas. Cada vez más ahogado por los especuladores financieros.

A pesar de que la ortodoxia en el pago de la deuda parecía condición básica hasta hace pocas semanas, el desastre griego -e irlandés, otra economía a la deriva tras la intervención europea-, está provocando un cambio de mentalidad de grueso calado. Ahora, Islandia se contempla como el modelo a seguir, aunque los bancos y fondos británicos y holandeses le lleven a los tribunales.

Y es que la perspectiva de una nueva crisis financiera en Europa -esta vez crisis de deuda soberana, no de bancos privados- ha dejado de ser una hipótesis lejana que convenía ocultar pudorosamente a una posibilidad cada día más tangible. Dejar quebrar un país de la zona euro ha dejado de ser una posibilidad inadmisible, ante unos rescates fallidos y una economía que no crece y que, encima, sufren alza de precios: el peligro de la estanflación amenaza seriamente al viejo continente.

Lo malo de la deuda es que una vez la tienes ya no te la quitas por muchos ajustes que impongan a la población. Además, si España necesitara ser 'rescatada', las cantidades que se barajan serían de tal magnitud que, sencillamente, harían imposible el 'rescate'.

Es como pensar en un mundo nuevo, donde la deuda soberana sea la excepción y no la regla para gobernar y donde, sencillamente, desaparezca el déficit público. Ello obligaría a disminuir el papel del Estado y, lo que es más terrible, a reducir sustancialmente el Estado del Bienestar en Europa.

Y mientras, todo Occidente tiembla. Una prueba de ello es que el precio del oro se ha disparado como si Europa estuviera en guerra. La alternativa es ésta: o se acaba con la especulación financiera sobre la deuda soberana o entraremos en crisis permanente.

A fin de cuentas, la etiología griega de la palabra crisis significa decisión. Decisión para terminar con la deuda pública Pero debemos tanto que, anularla, daría lugar a una nueva economía europea... mucho más pobre. En cualquier caso, asusta pensar en la economía que vamos a dejar a nuestros descendientes.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com