Se lo digo de verdad, desde que el alcalde de Madrid, leal hijo de la Santa Madre Iglesia, el muy católico don Alberto Ruiz-Gallardón, permanentemente canonizable, se preocupa por el desprestigio que la COPE puede ocasionar a la Cristiandad, y eleva su defensa a la heroicidad de acusar al arzobispo de Madrid, el pérfido cardenal Antonio Rouco de vetarle entrevistas con Su Santidad, y todo ello explicado desde las pías páginas de El Mundo percibo más diáfano el futuro de la  Iglesia.

Con un adalid como don Alberto y un escribano como Pedro José Ramírez, los creyentes podemos dormir tranquilos: ¡Dios les bendiga!

Gallardón acusa a Rouco de vetarle una entrevista con el Papa con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud a celebrar en Madrid porque el cardenal -¿Será pillo?- no quiere que el alcalde, siempre pendiente de las necesidades de la Curia, le explique a Benedicto XVI lo mal que se comportan los chicos de la COPE, no con él, claro está, sino con la caridad cristiana en sentido genérico. El señor alcalde sufre con el descrédito comportamiento pueda ocasionar a la clerecía.

Uno diría que el Papa no necesita que entrevistas con el señor alcalde, ni que se las veten desde Madrid por varias razones. En primer lugar, porque el Papa recibe a quien le viene en gana, sea o no presentado o vetado por el obispo de la zona. En segundo lugar, porque el Papa sabe perfectamente lo que ocurre en la COPE sin necesidad de que se lo cuente Gallardón y, en tercer lugar, porque lo que intenta monseñor Rouco es que un alcalde que se dedica a pervertir a la juventud repartiendo, gratis, píldoras abortivas a mayores de 13 años, sin el consentimiento de sus padres, y a casar homosexuales, no es el personaje más indicado para adquirir protagonismo en una Jornada Mundial de la Juventud donde los jóvenes no acuden a tomar píldoras postcoitales ni a contemplar bogas sarasas.

Pero hete aquí que, a pesar de estos defectillos, don Alberto está sinceramente preocupado por el desprestigio que a la Cristiandad le pueda ocasionar el grosedero -simbiosis de grosero y majadero) de Federico Jiménez. Es lo mismo: el alcalde es un hombre que se desvive por el prestigio y la buena imagen de la Iglesia.

Mención aparte merece el medio elegido para soltar la coz: El Mundo. Ahí vuelve a demostrarse, sí o sí, el carácter liberal y hasta libérrimo, de Pedro José Ramírez, un periodista de raza, insigne defensor de todas las causas nobles, al menos siempre que puedan reportarle algún beneficio. Pedro José y su amigo Federico no quieren destruir la COPE. ¿Por qué iban a querer hacerlo si ya la han conquistado. Al menos por el momento, mientras ambos ocios -sí son socios- no consigan su propia cadena de emisoras o, por ejemplo, Federico Jiménez logre fichar por Punto Radio (Del Olmo no se jubila con el único objetivo de fastidiar la entrada de Jiménez) necesitan mantener el secuestro ideológico de la COPE.

Pero, para evitar tamaña ignominia, está Gallardón, San Alberto Ruiz-Gallardón. Parece mentira que este Rouco no le haga caso. Por de pronto, San Alberto ya ha conseguido evitar que aquella parte del Obispado madrileño que está pensando en prohibirle el acceso a la Eucaristía, tras convertirse en un escándalo con bastón de mando, se salga con la suya. De otra forma, tras la puesta en escena, se acusaría a Rouco de excomulgarle por pura venganza, por denunciar en la prensa independiente que el obispo le veta su reunión con el Papa.  

San Alberto Ruiz-Gallardón nos proteja a todos. Que así sea.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com