La metedura de pata del portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, acerca del condón, ha servido para que todos los enemigos de la Iglesia manipulen el asunto de los profilácticos con gran entusiasmo. Pero las grandes manipulaciones siempre están amparadas en los argumentos de autoridad. Por ejemplo, una ministra es un argumento de autoridad. Elena Salgado es ministra de Sanidad del Gobierno socialista español. Así que no ha tenido más que llamar a las cámaras y soltar lo siguiente: La OMS sí prioriza la estrategia ABC, y da prioridad al condón.
Son 12 palabras que contienen.... mentiras. A saber:
La Organización Mundial de la Salud (OMS) no prioriza nada, porque la estrategia ABC fue lanzada por la revista médica Lancet, y muy recientemente. La ONU trabaja muy despacio (mal, pero muy lentamente), pero no tanto como para hacer suya una idea expresada hace tres meses. Además, la OMS, especialmente desde que pasó por el barniz de la noruega Gro Harlem Brundtland, se ha convertido en abanderado (no sé si conviene hablar de condones y abanderados al mismo tiempo) del lobby feminista mundial de Naciones Unidas, y no sólo recomendará el condón, sino que lo hará obligatorio. La OMS es quien históricamente ha alertado, sólo que con la boca pequeña, sobre el riesgo que asume quien utiliza las gomas para protegerse del condón.
Además, cómo va a dar alguien prioridad al condón si, al mismo tiempo, pide abstinencia y fidelidad. Con abstinencia y fidelidad no es necesario el condón.
Y ya en campaña, Salgado ha soltado aquello de que el Sida es como un tsunami cada 3 semanas, olvidando que el aborto, sin contar otras matanzas de no nacidos, es como un tsunami cada tres días, pero no en el conjunto del mundo, sino sólo en España. Pero a la ministra de Sanidad no le importa el aborto.
Más. El ministro de Defensa, José Bono, lo mejor de lo mejor de lo mejor de todo los patriotas españoles, también se ha apuntado al tiro al blanco (mejor, de tiro al negro, porque de curas hablamos). En primer lugar, el gran conspirador nos advierte de que la Iglesia está en el Concilio de Trento (¡Ojalá hijo, ojalá). El padre Bono, con esa pedagogía que le caracteriza, nos informa que los pecados del sexo son siempre pecados por fragilidad, no por malicia, frase muy utilizada por adúlteros sorprendidos en catres ajenos. El reverendo Bono predica con sabrosos ejemplos. Verbigracia: Si hoy viniera Cristo, ¿usted cree que andaría buscando con quién se acuesta la gente?. Yo tengo otro ejemplo mejor: ¿Iba el señor ministro de Defensa a preocuparse de algo tan frívolo e intrascendente, y ausente de malicia, como con quién se acuesta su señora? Por favor, con los expedientes trascendentales que tiene sobre la mesa... Con esto no quiero echar la más mínima sombra de duda acerca de la fidelidad de la señora Bono, sólo sobre la majadería de su señor esposo, que emplea el nombre de Dios en vano.
Pero volvamos al padre Martínez Camino. Reconoce nuestro portavoz que el día de autos le llamó dos veces el cardenal Alfonso López Trujillo, para ver cómo respondían conjuntamente al revuelo causado por la interpretación extremista que los medios habían dado de sus declaraciones. La verdad es que la fulgurante reacción de los medios no fue extremista, sino de una mala leche impresionante. Pero no hubieran podido decir esta boca es mía, si no estuviéramos ante una verdadera plancha del protagonista de nuestra historia.
A ver si nos entendemos, hemos roto toda la estructura eclesial con la creación de las Conferencias Episcopales, cuyo principal cometido consiste en anular a los obispos en su magisterio, y crear un embudo, una única voz, a la que los medios informativos llaman la Iglesia. Y ahora resulta que esa voz la porta un sacerdote que ni tan siquiera tiene la dignidad episcopal (recuerden, por encima de los obispos, sólo el Papa) y que utiliza ese embudo para hablar en nombre de la Iglesia... y que sostiene algo... que atenta contra la Doctrina de la Iglesia. Hemos pasado de la pastoral conjunta al comunicado conjunto, y de aquí a la declaración individual del portavoz. ¡Ole, ole y ole!
Mientras, El País se regodea con el asunto (y lo más grave es que tiene materia para hacerlo). El diario de Polanco, que ha pasado del anticlericalismo a la blasfemia continuada, aprovecha la metedura de pata del Padre Camino para recordar las palabras del interesado en la Cadena COPE (otro embudo que silencia la voz de sus propietarios: los obispos): No ha habido presiones del Vaticano. Eso sí, el cardenal López Trujillo, como informara en exclusiva Hispanidad, en su edición especial (12:00 horas) del miércoles 19, habló dos veces con Camino, para cambiar impresiones. ¿Lo cogen? El presidente del Pontificio Consejo para la Familia, un verdadero número dos de Juan Pablo II en materia de familia y vida, telefonea al padre Camino para intercambiar impresiones. Supongo que hablarían del nuevo fichaje del Real Madrid y de la próxima edición de los Oscar. Pero, en ningún caso, hubo presiones. Pues, miren ustedes, no sólo las hubo, sino que Trujillo advirtió que la rectificación tendría que ser clara y antes de las 15:00 horas del miércoles 19 (la semi-rectificación tuvo lugar en la tarde-noche de ese día).
Y no pasa nada. E incluso, se ha formado una guardia pretoriana para proteger a quien lamentablemente se ha equivocado tantas veces. Por ejemplo, Camino fue quien afirmó, ante la lengua más viperina del solar periodístico hispano, María Antonia Iglesias, en el diario El País, que no habría problemas con el Gobierno Zapatero si se llegaba a un acuerdo sobre la asignatura de Religión. ¿De verdad la asignatura de religión es más importante que los rabiosos ataques contra la vida humana, la familia, y directamente contra la Iglesia, que está llevando a cabo el Gobierno Zapatero?
No, la caridad nos lleva a pedir la dimisión, o en su caso el cese, del portavoz de la Conferencia Episcopal. Sería lo mejor para todos, lo mejor para la Iglesia, y lo mejor para él. Porque, como me comentaba un compañero periodista, muchos cristianos deben estar preguntándose a estas alturas: ¿Me lo pongo o no me lo pongo? Y no es Manuel Fraga quien debe dar la respuesta. Ahora sabemos que el joven presidente gallego no se lo ha puesto nunca, ni en la boca ni en ningún otro sitio.
Eulogio López