La idea de los 2.500 euros por niño nacido no la conocía ni el mismísimo Pedro Solbes, que es quien deberá pagarlos. Siempre ocurre lo mismo con los Debates sobre el Estado de la Nación y otras citas políticas de enjundia (una cita política tiene enjundia cuando la retransmite la TV). De Moncloa surge un mandato perentorio, dirigido a todos los ministerios y a todos los fontaneros: ideas para el Debate. Entonces, pongamos en Medio Ambiente, a alguien se le ocurre enviar una sugerencia: el presidente retomaría la iniciativa política si ofreciera una subvención por niño nacido. Esto tiene la ventaja de que a todo el mundo con sentido común le parece justo y necesario, y a los que carecen del menos común de los sentidos –como feministas, abortistas, gays y progresistas en general- no pueden decir que no pueden negarse a ello porque descubrirían su engaño perpetuo: no es que consideren la baja natalidad un mal necesario ni el aborto un mal inevitable ante determinados caos, sino que lo que quieren es el aborto masivo, cuanto más mejor, y lo que odian es al ser humano, más que nada como producto de su amargura personal.
ZP lo tiene muy claro –tenemos un presidente del Gobierno que vive en el rencor, pero que posee un gran olfato político, un personaje siniestro, pero que de tonto no tiene un pelo, más listo que inteligente, ignorante pero perseverante-: desconozco quién le proporcione la idea de los 2.500 euros de propina por nacimiento, pero nadie, ni los unos ni los otros, podrían protestar contra la medida. A los unos les parecería esas, a los otros una lamentable cesión ante los conservadores y los curas, pero él pasaría a la historia periodística, tan inmensa como fugaz, como el hombre que ha logrado "una familia más fuerte que nunca".
Su ley del divorcio express ha golpeado a la familia, al igual que el gaymonio, pero ahora, en pre-elecciones, le otorga 2.500 euros por nacimiento. No está mal como estrategia política. Cínica, pero útil.
Ahora bien, dejando a un lado lo que, como recuerda el obispo Antonio Cañizares, no se puede dar unos euros a la familia y luego destrozarla, lo cierto es que una subvención no conseguirá aumentar la bajísima tasa de natalidad española, un país que languidece porque la gente no quiere tener hijos. En las maternidades hospitales, entre siete y ocho niños de cada diez recién nacidos son hijos de emigrantes. Y ojo, porque ninguna medida política, ninguna ayuda, sirve para aumentar la tasa de natalidad y el número de hijos en una sociedad empeñada en suicidarse.
Ahora bien, puestos a incentivar la maternidad, está claro que los 2.500 euros no bastan. Lo que se necesita, y así lo hemos repetido, es el salario maternal: un salario para toda madre que tenga hijos, al menos hasta los 6 años. Esa es la cuarta pata del Estado del Bienestar, y no la Ley de dependencia, que entromete, una vez más, al Estado en la familia (bueno, y si no, que sea la quinta pata, pero que sea). Porque hoy en día, y por mucha formación profesional que tenga, que no lo pongo en duda, la mayor y mejor contribución que puede hacer una mujer a la sociedad en Occidente es tener hijos (y la de un hombre, también, aunque su contribución es menos imprescindible).
Ese es el paso que tanto PSOE como PP se niegan a dar. Mientras no llegue, y mientras no se abandone la concepción capitalista de la vivienda –que poseen tanto el PSOE como el PP- los jóvenes seguirán retrasando su independencia de los padres, la formación del hogar… y tendrán hijos a los 30 o 35 años. Es decir, tendrán pocos hijos mientras se les siga explotando con salarios bajos y vivienda cara. Se necesita un salario maternal para que las madres que así lo deseen se queden en casa educando a sus hijos hasta que éstos tengan una edad avanzada. Es la revolución política pendiente: PP y PSOE tienen ahí mucho que decir. Por lo demás, insisto, en el único partido que en su día incluyo el salario maternal en su programa fue Familia y Vida.
Eulogio López