A pesar de los buenos resultados del primer semestre, mantiene una capitalización baja y la situación del mercado del petróleo le convierte en pieza deseable para las grandes

La Bolsa ha acogido bien los buenos resultados de Repsol, pero sin alharacas, y lo cierto es que el parqué continúa siendo la asignatura pendiente de Antonio Brufau. Desde aquella revisión a la baja de una cuarta parte de sus reservas, los mercados nunca han vuelto a confiar en la petrolera, por más que ésta haya dedicado grandes sumas a invertir en nuevos yacimientos, algunos de los cuales –Libia, México y Brasil, principalmente- se han saldado de forma exitosa y prometen mucho para el futuro (sobre todo Brasil). Por primera vez, la actividad exploradora o ‘upstream' aporta más la cuenta de resultado que el ‘dowstream', estancado. De hecho, el plan estratégico propone una fuerte inversión en este segundo segmento, para no olvidar que Repsol siempre ha sido, ante todo, una refinera.

Además, al entrar en la operación Gas Natural-Unión Fenosa, y haberse comprometido a mantener el 31% del capital –lo cual exigirá un desembolso en parte alícuota de los 3.200 millones de euros, además de entrar en un mercado regulado, como es el eléctrico, lo que suele ser castigado por los analistas (la verdad es que no se entiende muy bien por qué, porque no deja de ser el mercado más seguro, pero...).

En definitiva, no marcha mal el negocio en Repsol pero sigue siendo una petrolera de tamaño medio en un sector en concentración permanente porque los márgenes de las compañías occidentales se están desmoronando, en beneficio de las empresas públicas de los países productores. Las condiciones para operar en esos países han dejado de ser una ganga, lo que obliga a las corporaciones a reducir gastos y a entrar en un proceso de concentración acelerado, proceso en el que quieren participar éstas compañías públicas, y no precisamente como opadas, sino como opantes. Ya es un secreto a voces que los rusos de Gazprom sienten verdadera obsesión por Repsol. En su día, el vicepresidente Rodrigo Rato, con motivo de una visita de Vladimir Putin a Aznar, donde habló claramente de una colaboración entre el gigante ruso y la petrolera española, se interpuso la doctrina Rato. El Gobierno protege a la primera compañía de cada sector (a Repsol, no a Cepsa), y para el resto queda el libre mercado.

Ahora bien, como se ha demostrado en el caso Endesa el desprestigio del actual Ejecutivo Zapatero en el exterior es de tal calado que difícilmente una multinacional deseosa de opar a Repsol se parará en barras por la negativa de un líder como ZP, que pinta muy poco en el panorama internacional y al que desprecian los líderes europeos, especialmente la alemana Ángela Merkel.

Ahora mismo, la defensa de Brufau consiste en su núcleo duro, formado por Sacyr (20%), La Caixa, que no llega al 15% y PEMEX, con una participación histórica del 5%. Pero Sacyr, como es lógico, mira por sus intereses, y Pemex no deja de ser un competidor, aunque posible fusionable futuro. En definitiva, lealtad al 100 por 100 sólo la puede esperar Brufau de La Caixa, y podría no ser suficiente si se mueve el sector.

En definitiva, con una capitalización de Repsol no alcanza los 27.000 millones de euros cuando el líder mundial, la norteamericana Exxon, se sitúa en los 445.000 millones de dólares. Por cierto, que cuando Gas Natural lanzó su OPA sobre Endesa, José María Aznar se fue a ver a Bush para pedirle que Exxon opara a Repsol y vendiera Gas Natural a Endesa.

En definitiva, Repsol va bien, pero tiene un problema: es opable.