En vísperas del Congreso del Partido Popular, los medios de comunicación hacen hincapié en el enfrentamiento latente entre el Marianismo y el Aznarismo. Este último estaría representado por Carlos Aragonés, quien fuera director de Gabinete de José María Aznar en Moncloa. Frente a él, se situaría Gabriel Elorriaga y Ana Pastor, adalides del centro-reformismo marianista. Los mismos que están empeñados en retirar toda referencia del humanismo cristiano en los Estatutos del Partido.

Pero lo cierto es que marianistas y aznaristas están unidos por su aversión al ex vicepresidente económico, Rodrigo Rato, y a la vicepresidenta saliente de la Comisión Europea, Loyola de Palacio. En otras palabras, si algo teme Mariano Rajoy es al protagonismo de gente como Cristóbal Montoro, Fernández Norniella o incluso Juan Costa. En definitiva, a los que formaron el núcleo duro del actual gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Como ya informara Hispanidad, y luego se ha repetido hasta la saciedad en todos los medios, Rodrigo Rato fue el primero en enfrentarse (y el único dentro del Gabinete) a José María Aznar por la guerra de Iraq. Algo que le costó la sucesión y el aprecio del presidente.

Al mismo tiempo, Aznar rechazó en su día la opción de Loyola de Palacio, que estaba llamada a ser la primera mujer presidenta del Gobierno de España. Loyola de Palacio cuenta con fuertes apoyos en las clases dirigentes españolas, tanto en el mundo político como en el económico. Gente que aprecia en ella tanto su experiencia internacional como la solidez de sus principios. Como decía un famoso banquero español, Loyola cree en lo que dice. Y naturalmente, sus relaciones con Rodrigo Rato siempre han sido excelentes.

Pero, por el momento, lo que priva en el Marianismo emergente es la mediocridad. La brillantez se supone que queda para cuando se recupere el Gobierno.