El PP está definitivamente roto entre centro-reformistas y unionistas. Los primeros aducen que tienen alma laica. Rajoy le tiene preparada al alcalde una Vicesecretaría ¿con portavocía o sin ella? Mientras, Aznar insiste en que nadie debe moverse hasta pasado el Congreso o el PP acabará como la UCD. El propio Rato se prepara para la batalla post. Rajoy no convenció a Jaime Mayor Oreja de que modifique su actitud. Los unionistas sólo aceptarán la dimisión de Rajoy. El mundo económico se prepara para entenderse con el Zapatismo por una muy larga temporada
Los partidarios de Mariano Rajoy se han apropiado del concepto centro-reformismo, creado por -¿Arriola?- durante la etapa José María Aznar. Don Mariano está acogiendo en su seno a todos los hombres y mujeres de alma laica, y prometiéndoles los cargos que abandonan y abandonará el bando opuesto, a los que han empezado a llamar unionistas (sí, por la unidad territorial de España) o, sencillamente, libetianos, por la fusión de elementos liberales como Esperanza Aguirre y Gustavo de Arístegui con otros democristianos, como Jaime Mayor Oreja. Es decir, lo que los medios monclovitas llaman los duros, mientras reservan -ahora es el bueno- para los marianistas la definición de renovadores. Lo que no deja de resultar curioso, dado que los duros quieren renovar la Presidencia del Partido, mientras que los renovadores prefieren la permanencia de Rajoy.
Lo que define a los unionistas es, claro está, la preocupación por la unidad territorial de España que ya identifican con la gobernabilidad ideal país. Ahora bien, lo que realmente pretenden es gente tan dispar como Aznar, Aguirre, Mayor Oreja, Rodrigo Rato, María San Gil, Manuel Pizarro, es mucho más sencillo: quieren que Rajoy dimita.
Quien mueve los hilos de los libetianos es el ex presidente José María Aznar. No para enfrentarse a Aznar, que conste, sino para reconducir la formación, y veremos con qué líder. Puede ser la propia San Gil, o puede ser Aguirre. Eso sí, hay un espécimen distinto a todos los demás en el grupo: Rodrigo Rato. Porque el ex vicepresidente económico es el único que no está dispuesto a aceptar la autoridad de Aznar, que ya le falló una vez, precisamente cuando nombró sucesor a Rajoy y no a él. La opción de Rato consiste en esperar y ver: sólo dará un paso al frente si la situación se volviera tan desesperada que se le llame para salvar a la patria.
Ahora bien, los unionistas, y sobre todo Aznar, están convencidos de que si el partido se rompe antes del Congreso, acabará como la Unión de Centro Democrático (UCD), que sencillamente despareció del mapa político. El plan de Aznar consiste en dejar que pase el Congreso y que Rajoy se imponga. En primer lugar, porque es imposible otra cosa: Galicia, Andalucía y Valencia, las comunidades desde que, junto a Madrid, más compromisarios aportan. No, hay que esperar.
Por contra, los centro reformistas consideran que la oposición realizada durante la anterior legislatura y, antes que nada, ponen por delante su alma laica. De hecho, si Gallardón se suma de hoz y coz a Mariano Rajoy tendrá que acentuar su salida de la Iglesia. Un detalle, el pasado jueves 15, festividad de San Isidro, el alcalde rompió su tradición de acudir a la misa del patrón en la antigua Catedral de Madrid, especialmente después del documento de Benedicto XVI, aplicado con gran polémica en Estados Unidos, donde los obispos niegan la comunión a aquellos políticos, tanto republicanos como demócratas: Kerry, Pelosi, Kennedy o Guiliani. A Gallardón no le gustaría que el cardenal Rouco le retirara la comunión, especialmente tras la nota episcopal donde recordaba que un alcalde que se confiesa católico no puede casar gays. Por parecidas razones, en el PP actual suben como la espuma diputados como José María Lasalle -el gran defensor del aborto y el gaymonio en el grupo parlamentario- o la esposa de Arriola, la ex ministra Celia Villalobos.
El principal objetivo de este grupo consiste en pegarse al PSOE en materia como educación, aborto o familia, en un pacto antiterrorista y en disputarle a Zapatero el apoyo de los nacionalistas catalanes de CIU.
El problema es que Mariano Rajoy prescindió de Gallardón para el Congreso antes de las elecciones. Por tanto, ahora no puede ofrecerle el puesto que tanto anhelaba el alcalde, el de portavoz parlamentario del PP, el cargo de mayor visibilidad. Por eso, se le prepara el puesto, no de secretario general, pues Rajoy considera que se precisa un personaje dedicado en exclusiva a la tarea, pero sí le ofrecerá el cargo de vicesecretario general con o sin portavocía (dependiendo de si hay dos vicesecretarios y de lo que se le otorga a Esteban González Pons).
Y no parece que el panorama vaya a cambiar. Las entrevistas de Rajoy con Arístegui y Mayor Oreja no han servido para nada. Con Aznar no ha hablado, ni con Ana Botella, a pesar de ser la gran defensora de María San Gil.
En cualquier caso, el espectáculo que está proporcionando el PP roza el ridículo. Por eso, el mundo económico se prepara para entenderse con Zapatero durante una larga temporada.