Al Partido Popular le ha dado por defender a la familia. Es más, los populares consideran que ha llegado el momento de que la familia sea tenida en cuenta por los Ayuntamientos. Y ha resultado muy interesante que algunos obispos hayan saludado efusivamente la moción del Partido Popular, lo que demuestra que cierto grado de beatitud no está reñido con cierta dosis de ingenuidad. Sólo el titular de Barcelona, Monseñor Carles, matizó: pero primero habrá que saber de qué familia estamos hablando.
Pues bien, para demostrar la coherencia ideológica del centro reformismo, especialmente tras la salida de Ana Botella a la arena del circo político, 24 horas después el vicepresidente primero del Gobierno, Mariano Rajoy, ese gallego que la ha pasado la pelota del Prestige a Martín Villa (demasiados días sin coche oficial) se presentaba en Barcelona, ante militantes de su partido, a los que, vaya usted a saber por qué, les expuso perlas como ésta: "No se corta una mano al que roba ni se lapida a las adúlteras". Dígame, don Mariano, ¿quizás necesitaban sus militantes esta aclaración?
Pero la cosa no podía acabar ahí porque el vicepresidente estaba "despendolado". Por ejemplo, sabedor de que el Gobierno Aznar no tiene muy buena prensa en lo que se refiere a la acogida de inmigrantes, Rajoy decidió anunciar medidas tan centro reformistas como la futura Reforma del Código Civil para "que puedan acogerse a la regulación española sobre separación y divorcio aquellos inmigrantes que no puedan hacerlo con la ley de sus países de origen".
¡Rediez! ¿Cabe, acaso, más espíritu vanguardista y progresista que la exportación del divorcio? Además, el asunto resulta de lo más pertinente y muy coherente con la política de extranjería del PP. Al inmigrante, primero le cerramos las fronteras. Si logra entrar en España, le costará unos cuantos años de trabajo estable, (generalmente mal remunerado, pero que para ellos representa un Potosí), el traerse a su familia, a esa misma familia a la que durante ese tiempo ha alimentado desde España (por eso florecen tanto las oficinas de telefonía y de envío de fondos, especialmente a Iberoamérica). Todo eso se lo ponemos crudo, ahora bien, ¿divorciarse? Eso está hecho, pues buenos somos los españoles. En España, comida y trabajo poco, pero ¿divorciarse? ¡Eso está chupado".
Y la guinda de la tarta la constituye (no sé si son palabras de Rajoy o del cronista) la catalogación que recibe la brillante iniciativa del Gobierno Aznar en pro de la familia: "Con este anuncio, el PP se suma, en plena precampaña electoral, a la defensa del divorcio como medida de convivencia en la familia". (sic).
No es coña, pueden leerlo en El País, edición del lunes 13 de enero. El divorcio, como es sabido es una medida de convivencia, no la ruptura de la convivencia, y, aunque la frase se las trae, el divorcio es uno de los cimientos de la familia. Usted, amigo lector, como es muy ignorante, y un poco reaccionario, no lo entenderá, pero eso es porque no es un progresista,( brillante escuela de pensamiento que consiste en mezclar la gimnasia con la magnesia y el culo con las témporas). O sea, como el centro reformismo del matrimonio Aznar-Botella.
Pero si usted es de los que ha adquirido el pernicioso hábito de pensar por sí mismo, y defiende la familia (definida) y la vida, lo mejor es que se afilie, vote y defienda a otro partido. Por ejemplo a Familia y Vida, como alternativa a un Partido Popular que ha perdido el norte... y el sur, y el este y el oeste, y que ya sólo vive en el centro, en el centro de la nada. Propongo lo de Familia y Vida, que el próximo jueves 16 se presentará en Madrid, con el descaro de quien lleva tiempo publicitando a este partido en las páginas de Hispanidad (ver columna de la derecha).
Porque lo del PP ya no admite más parches: es mejor cambiar de rueda.
Eulogio López