En el kilómetro uno del tramo español del Camino de Santiago. Allá en Roncesvalles, S.A.R. Felipe de Borbón inauguraba el Jacobeo acompañado de la ministra de Cultura, Pilar del Castillo (desequilibrada reverencia, la suya, a la llegada del heredero al Trono), y de ocho presidentes de comunidades autónomas por las que atraviesa el Camino.
¡Qué morbo! Manuel Fraga, ex ministro de Franco, al lado del "lehendakari" Juan José Ibarreche. Pues la verdad es que no había para tanto. De hecho, ambos se parecen más de lo que quisieran.
En los discursos, siempre los discursos, el representante de Cantabria aprovechó para arremeter contra Ibarreche, que no podía hablar, y hacer una referencia, asimismo muy laica y secular, a la unidad de España, lo que encajaba tanto como un Cristo con dos pistolas. Felipe de Borbón, por otra parte, dedicó su mensaje a la paz y la concordia, dos conceptos muy socorridos, dado que a nadie molestan ni a nadie inquietan. Es decir, tan floridos como inanes. Loable, pero inanes.
Pues, mire usted: ni unidad de España, ni paz, ni concordia ni perrito que nos ladre. Todos objetivos bonísimos, pero que no tenían nada que ver con el Camino de Santiago. El Jacobeo fue y es una peregrinación, un acto de penitencia, producto del arrepentimiento personal por los pecados cometidos. Por eso, la peregrinación, sospecho que muchos peregrinos-turistas lo desconocen, conlleva el confesar y comulgar (no tiene por qué ser en Santiago, pero sí con motivo del viaje a Santiago), abominar de los pecados veniales (es decir, una verdadera conversión), rezar por el Papa, mostrando así fidelidad al Magisterio, al tiempo que el hábito de siglos incluso ha concretado esos rezos en un Credo y un Padrenuestro.
¿Qué el Príncipe Felipe, heredero de una monarquía democrática, no puede referirse a todo esto? La verdad es que no veo por qué. A los presidentes norteamericanos, Bush y Clinton, republicano y demócrata, no les da vergüenza invocar el nombre de Dios al comienzo de su mandato (otra cosa es que algunos sospechemos que le invocan en vano) y rezar ante las cámaras de televisión. En cualquier caso, si se trata de eso, entonces que no presida el Príncipe el comienzo del Jacobeo, porque el Jacobeo no es una operación turística, por más que el presidente de la Junta gallega, Manuel Fraga, piense lo contrario.
Y lo mismo con la llamada a la esperanza. La esperanza siempre es hermosa. Ahora bien, ¿a qué esperanza se refiere, Alteza? Porque la esperanza cristiana es la esperanza en Cristo, no en una Europa unida, ni tampoco en la superación de las injusticias sociales, ni en ningún otro logro político, económico, cultural o social. Recuerde Alteza que Dios nunca se deja utilizar como instrumento, como medio, ni tan siquiera para objetivos nobilísimos. Dios es un fin en sí mismo o simplemente no es. Y si usted pretendía hablar de esperanza, paz y concordia "humanas", entonces Roncesvalles no era el foro adecuado. (Por cierto, les animo a leer la noticia que aporta, pantalla arriba, uno de nuestros redactores, bajo el título "El presidente de la Comisión Europea Europea, Romano Prodi, peregrinará a Santiago").
Y es que la española es una monarquía políticamente correcta. Ahora bien, si lo que se celebra es el Jacobeo, entonces hablamos de una peregrinación religiosa. Una de dos: o lo celebra "religiosamente", o que no lo celebre en modo alguno, y menos en el interior de un recinto sacro.
Eulogio López