La rueda de la blasfemia continúa girando. Cualquier imbécil al que no se le ocurre nada, pero quiere presentarse como artista, ejecuta una blasfemia y ya tiene sitio en Arco, la feria de arte contemporáneo que se organiza en Madrid. La figura del crucificado parece ejercer una extraña fascinación entre los majaderos ayunos de talento, como es el caso de un 'tuercebotas', cuyo nombre me niego a promocionar, a quien un grupo de aún más majaderos críticos periodísticos califican de iconoclasta. En mi ingenuidad, yo pensaba que, por definición, las artes plásticas podían ser cualquier cosa menos eso: iconoclastas, pero, probablemente, utilicen este adjetivo porque el de provocador o subversivo originan, a estas alturas, desternillantes carcajadas hasta en el progre más cursi.

Total que el maromo ha colocado un panel eléctrico con una jai de ceñida vestimenta, sabrosas curvas y un antifaz que le oculta el rostro. Supongo que el autor ha querido crear una sutilísima alegoría de la mujer maltratada (por decir algo), aunque la figura también recuerda un suceso mucho más sexista, el protagonizado por el muy romántico escritor Lawrence Durrell, quien, en su juventud, al contemplar a una señora a la que la niebla le cubría la cabeza, exclamó:

-Así me gustan a mí las mujeres: sin la parte que habla y con la parte que funciona.

No le insulten. Recuerden que era un firme defensor de los derechos de las mujeres, y que ha hecho llorar de emoción, y hasta de repugnancia, a muchas lectoras. 

La organizadora de la muestra, Rosina Gómez Baeza, hace gala de que concede la más excelsa libertad a los participantes. Otra vez la "ligera" confusión entre libertad e injuria. Ya se sabe que el buscador de fama y gloria, es decir, el artista, exige la máxima libertad creativa, pero no está dispuesto a respetar la libertad ajena y a no ser insultado. O sea, como la gala de los Goya.

Y como el arte es el arte, allí, para dar el visto bueno al engendro, se hallaba SM la Reina doña Sofía, acompañada por la ministra de Cultura, Pilar del Castillo (a pesar de su insistencia, los modelos estéticos de doña Pilar no han sido admitidos en Arco), y el innegable alcalde de Madrid, Ruiz-Gallardón, mecenas de todos los españoles.

Y digo yo, ¿ser poderoso implica tener que soportar cualquier memez? ¿O es que, simplemente, les importa un bledo?

Eulogio López