Sr. Director:
El cardenal Marc Ouellet ha dicho que la Biblia ha modelado el alma de Europa, su historia y su vida cotidiana. Pertenece a su cultura y define, por así decirlo, su código genético.

 

Sería una falta de rigor científico negar que la Sagrada Escritura ha penetrado profundamente en el territorio europeo, tanto en las instituciones cristianas que tan repartidas se encuentran por el viejo continente, como en las obras de arte, literatura y alta sabiduría que ha inspirado. Sabemos también, sin embargo, que en las últimas décadas, una profunda crisis sacude los cimientos de la cultura europea; una nueva razón de Estado impone su ley y trata de relegar a un segundo plano las raíces cristianas de Europa. Pareciera que, en nombre de la laicidad, la Biblia debería ser relativizada, para disolverse en un pluralismo religioso y desaparecer como referente cultural normativo.

Este acertado diagnóstico nos coloca ante un complejo contexto cultural en el que, a medio y largo plazo, tenemos que ir trabajando para reavivar las raíces escondidas o ignoradas. La nueva evangelización, que como ha señalado el Papa, pasa por buscar vías para abrir al hombre moderno el acceso a Dios, requiere un conocimiento profundo de la Palabra de Dios porque difícilmente vamos a poder anunciarla si no la conocemos, y si una vez conocida, no la colocamos en un lugar preferente dentro de la vida y la misión de cada uno de los cristianos y de la Iglesia en su conjunto.

Pedro J. Piqueras Ibáñez