Decíamos ayer que comer, rascar y sanear con cargo al erario público, todo es empezar. El Gobierno Bush está llevando a cabo una de las políticas más desastrosas en materia de crisis financiera.

La cosa empezó con Bearn Sterns, al que presuntamente salvó JP Morgan, de la misma forma en la que Santander salvó Banesto: se quedó con lo bueno y lo malo lo pagó el Tesoro público.

Luego vino la intervención pura y dura de Fannie Mae y Freddie Mac, y ahora se nos cae Lehman, uno de los grandes bancos de inversión.

Hay una diferencia entre la pareja de baile Fannie y Freddie y Lehman, la misma diferencia que existe entre los bancos españoles y los anglosajones: los bancos españoles son poco especuladores, conceden hipotecas, facilitan medios de pago y créditos al consumo, y depósitos remunerados. Aunque, cada vez más -se están pervirtiendo- les da por titulizar todos sus créditos para crear burbujas especulativas, que son los causantes y culpables de la crisis actual, aún se comportan con cierta dignidad.

Pero Lehman no, Lehman es, como Goldman, como Morgan Stanley, como Merrill, como Citi -aunque sea universal- como HSBC, como Deutsche, bancos dados a la especulación continua. Por eso se la han pegado. Por eso, cuando el Gobierno Bush asegura que busca un comprador, pero la única materia prima de los bancos es el dinero, por lo que el comprador sólo se hará cargo de Lehman y el contribuyente americano pagará la cuenta. En definitiva, que volveremos a las andadas en breve. Especular sale barato.

Así que, después de Lehman, vendrá otro especulador a pedir árnica: y seguiremos pagando. La única solución es dejar que la banca quiebre como quiebra cualquier negocio. El público, eso que antes llamábamos pueblo, no tiene por qué pagar las barbaridades de los banqueros.

El poder decía antaño que la banca no podía quebrar porque era el "sistema de pagos del país". Semejante tontuna ya ha pasado a la historia, y ahora resulta que el chantaje es mucho más real: los especuladores controlan todo el ahorro mundial de particulares a través de la inversión colectiva.

Pues bien, habrá que hacer frente al chantaje. Y sobre todo, habrá que distinguir entre los bancos que ofrecen hipotecas a sus clientes y créditos a las empresas -actividad más que digna- y aquellos otros que cogen esos créditos y esas hipotecas, los paquetizan y los echan a rodar en bolsa.

En otras palabras, si la llamada banca de inversión quiebra, que quiebre. ¿Y la banca digna? Pues también pero, al menos, aquí las ayudas estarían justificadas.

De otra forma, seguiremos en el chantaje.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com