España sufre de hartazgo. A los españoles les ha cogido una crisis económica larga, producto de una crisis de valores -valores cristianos, no bursátiles- que aún viene de más atrás. De hecho, la crisis de valores ha provocado la crisis económica, no al revés.
Podemos no es más que el fruto de este hartazgo. Fruto podrido, si lo desean, pero eso es un triste consuelo. Lo podrido no es Podemos es la sociedad. Ojo, no la política, sino a la sociedad entera.
Pero eso parece preocuparle poco a Rajoy. Que un político, es decir, un señor cuyo horizonte vital termina el próximo viernes por la tarde.
Por eso, mis roncos monclovitas y genovitas me aseguran que el presidente del Gobierno está feliz con el hecho de que Podemos fagocite a los comunistas de Izquierda Unida y amenace con convertirse en el primer partido de la oposición. Un espectáculo que parecía imposible antes de las europeas y ahora sólo parece improbable, pero no descartable.
Por la misma razón, a Rajoy no le disgustaría que ERC llegara a la Generalitat. Es más, le gustaría mucho. Con Convergència en la UVI nos encontraríamos con una ERC que tendría que dejar de gritar en la calle y pagar a los maestros y a los médicos. Y nos encontraríamos con un pueblo catalán regido por quien no quiere aunque le hayan votado por despecho a Madrid. Con una ERC, mezcla de marxismo aguado y tenazmente indocumentado.
Pero esa es la cuestión: tanto Podemos como gran partido opositor con aspiraciones de Gobierno ni el señor Junqueras (en la imagen) en la Generalitat servirían para otra cosa que para fomentar el guerracivilismo entre los españoles. Y créanme: a una España como la actual no le conviene animarle al guerracivilismo. Los hay que se apuntan solos.
Eulogio López
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