Coincidí con Enrique Cascallana, eterno alcalde de la localidad madrileña de Alcorcón -para nuestros amigos hispanoamericanos, una importante ciudad dormitorio del gran Madrid- hasta que le derrotaron los populares y ahora se ha refugiado en el Senado.

Hombre coloquial y dicharachero, más útil para la pugna política municipal que para la central, a Cascallana no le gusta el debate económico global. Por ejemplo, acosado por la necesidad de atracar a nuevo Gobierno del Partido Popular, Castellana argumentó que no estaba luchando contra el fraude fiscal: figúrense, añadió, a quien han puesto al frente de la inspección: a Pilar Valiente, la de Gescartera.

Así se escribe la historia, especialmente la historia de los escándalos políticos.

A ver don Enrique: Pilar Valiente no era "la de Gescartera", sino precisamente la presidenta de la CNMV que destapó el Caso Gescartera que acabó con los de Gescartera -es decir con Antonio Camacho- en la cárcel.

Es decir, el alguacil convertido en acusado: bonito viraje.

¿Por qué entonces, dimitió Pilar Valiente como presidenta de la CNMV? Pues por el acoso del PSOE pero, sobre todo, por el abandono del Partido Popular, que necesitaba una cabeza de turco. Porque, en efecto, el morbo político del caso Gescartera consistía en que la presidenta, no ejecutiva pero presidenta, era Pilar Giménez-Reyna, hermana del secretario de Estado de Hacienda con Rodrigo Rato, Enrique Giménez-Reyna.

El error de Valiente fue precisamente ese: la gente con coraje nos arroja la toalla cuando el adversario -en este caso, el PSOE- aprieta sino cuando los tuyos -es decir, el PP que le había nombrado, te dejan tirado-. Y, en efecto, Valiente cometió un gran error: dimitir, porque en España la dimisión se interpreta como confesión de culpabilidad. Si no lo hubiera hecho, el Gobierno Aznar no se habría atrevido a cesarla o a presionarle: podría destaparse lo que no interesaba.

Vamos, que Valiente era la buena de la película y pasa a la historia por la mala.

Ahora, el nuevo Gobierno del PP, probablemente, por cierta mala conciencia, con Montoro al frente de Hacienda, asciende a Pilar Valiente, no al frente de la inspección sino como número dos de la Oficia central de Inspección -la de los poderosos-. Me parece genial. Buena prueba de ello es que Valiente llevó casos como el de las primas únicas y que es una de las mejores expertas en la utilización por parte de los pudientes de los paraísos fiscales. Así que el nombramiento es espléndido: si alguien adecuado para perseguir el fraude fiscal de los ríos, esa es Pilar Valiente.

No es bueno meter la pata, pero resulta más grave mantenerlas en el tiempo.

Por cierto, como no podía ser de otra forma, los jueces ampararon toda la tarea de Pilar Valiente, en un intento de acoso judicial instado por los socialistas, en un intento de alargar el Caso Gescartera.

Valiente sólo cometió un error en Gescartera: dimitir, pues no había razones para ello. Conviene recordarlo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com