En la capital británica se entronizó la plutocracia financiera y en la ciudad francesa se puso la fuerza militar al servicio de la progresía. El presidente norteamericano, con los europeos de monaguillos, lidera un proyecto que entroniza la dictadura del pensamiento débil: todas las culturas son iguales mientras afiancen el Sistema político-económico que les mantiene en el poder
El aborregamiento profundo en el que se mueven los medios informativos occidentales, han vendido al mundo dos cumbres, la londinenses del G-20 y la celebrada por la OTAN en Estrasburgo como dos éxitos del consenso mundial, propio de la dialogante era Obama. Y, como toda gran mentira, este consenso corre paralelo al a verdad, muy cerca de ella. Así es, en la reunión de Londres, el presidente norteamericano, Barack Obama, ha conseguido un acuerdo para imponer la plutocracia, o poder del dinero, como el nuevo modelo político llamado a regir el mundo; en el mitin de Estrasburgo, la OTAN ha puesto al servicio de la progresía internacional una guerra en la que participan ejércitos europeos.
Empezando por el final, ambas mega-reuniones apuntan hacia el mismo objetivo: la entronización del Nuevo Orden mundial (NOM) caracterizado por el pensamiento débil, es decir, por un relativismo de hecho que podríamos resumir así. Ninguna cultura -ninguna cosmovisión, ninguna filosofía, ninguna ideología, ningún credo- vale más que otra. Todas son iguales, igual de inútiles, y todas deben medirse según la capacidad para mantener la estabilidad política y social. Obama es pensamiento débil en estado puro. Por eso tiene tan buena prensa en el Continente que inventó el pensamiento débil -como casi todas las corrientes y las modas intelectuales-: la vieja Europa.
Es lógico que los poderosos aspiren, antes que a cualquier otra cosa, a la estabilidad, que, traducido a sus ambiciones personales, significa a su mantenimiento en el poder durante el mayor tiempo posible, pero resulta un tanto irritante que lo vendan como algo necesario para el común de los mortales. El Nuevo Orden se opone frontalmente a la idea expresada en su momento por Juan Pablo II: No hay paz sin justicia. La estabilidad no puede ser un fin sino un instrumento.
En Londres, Obama, más los Brown, Merkel, Sarkozy y cía, escenificaron un tajante desacuerdo inicial que escondía un consenso, no sólo incoado, sino puesto ya en marcha con los planes de salvamento financiero de los gobiernos norteamericano, británico, alemán o francés, según el cual todos los contribuyentes -es decir, ricos y pobres- están financiando a las clases medias y altas, es decir, a aquéllos que, tras cubrir sus necesidades primarias, aún les queda dinero para invertir en los mercados financieros. Por decirlo así, en Londres el G-20 consagró el sistema de salvamento según el cual una familia puede ir a la bancarrota y el Estado no le ayudará, una pyme puede quebrar y el Estado no le reflotará, pero ese mismo Estado se endeuda por lustros para evitar la quiebra de bancos e intermediarios financieros. Pura plutocracia, o modelo de gobierno donde manda el dinero, esto es, mandan aquéllos que manejan el dinero de los demás.
Naturalmente, la economía real respondió al 'éxito' de Londres con la mayor cifra de paro en Estados Unidos en un cuarto de siglo (camino de los 9 millones de parados) o con el récord de paro en España, desde hacía 20 años. Y si alguien está parado perderá su casa porque no podrá pagar su hipoteca, pero cuando compre un litro de leche estará ayudando a Obama a pagarle al Citigroup lo que ha perdido con esa hipoteca y con otros productos financieros menos presentables. El prestatario en paro puede quebrar, pero el Citi no.
De Londres, Obama viajó a Estrasburgo, donde la Organización del Tratado del Atlántico Norte celebraba su sexagésimo cumpleaños. También aquí se necesitó escenificar un éxito que, bajo la capa de consenso, ocultaba la necesidad de refundar la OTAN, no para proteger a Occidente de Oriente, sino de su propia crisis de valores.
El presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, lo escenificaba con entusiasmo: España no enviará más tropas a Afganistán, a pesar de que, siete años después de la invasión norteamericana -que comenzó sin permiso ONU, aunque ahora se oculte- la democratización de aquel país se encuentra en mantillas y la infernal zona fronteriza con Paquistán se ha convertido en el criadero del terroristas islámicos exportados a Occidente. Tropas no (450 soldados pero sólo para las elecciones), pero, además, Zapatero, la igual que otros líderes europeos y Canadá, condicionan su ayuda militar a la imposición de determinados premisas progres, como los derechos de la mujer.
Por supuesto, nada que oponer a que Occidente instrumente su ayuda militar para que las mujeres afganas se quiten el burka, tengan derecho a la educación, mejoren sus condiciones de salud, etc, pero ya se sabe que, en boca de políticos que se autocalifican de feministas, como es el caso de ZP, es decir, en el metalenguaje del Nuevo Orden, cuando se habla de derechos de la mujer se está hablando de derechos reproductivos, es decir, de aborto y anticoncepción, instrumentos que la ONU ya se encargó de introducir en Afganistán desde el primer momento de la invasión. Unos derechos que afganos, y afganas, rechazan con mucha elegancia, por lo que se convierten en el típico anti-derecho que la progresía occidental impone a los pueblos conquistados. Es lo que ZP calificó en Estrasburgo como intervención no sólo militar sino política y social.
De la plutocracia londinense a la progresía de Estrasburgo. Imperator Obama camina hacia el Nuevo Orden Mundial (NOM). Y Europa, bobalicona e interesada, cual perro faldero, colabora en la globalización más perversa: la del pensamiento débil.
Eulogio López
eulogo@hispanidad.com