Sr. Director:
Es sabido que quien manipula las palabras busca manipular el pensamiento. Pues bien, últimamente, la vida política nos ofrece clamorosos ejemplos sobre el particular. Así, el portavoz de Esquerra Republicana en el Congreso, Joan Tardá, usa un léxico inadecuado y tremendista cuando habla de "genocidio cultural" para promover el catalán y que se admita en las Cortes de la nación. Ello viene a ser un sectarismo y una frivolidad, porque "genocidio cultural", según el Diccionario de
Lo que sí debería reflexionar seriamente el político esquerrista es si no resulta más apropiado, justo y verdadero, hablar de "genocidio embrional" o "genocidio prenatal", que es lo que propone su partido al promover la ley del aborto libre. Porque eso sí que es una triste realidad y no una frivolidad. Y también es muy grave el último escamoteo verbal salido de las calderas socialistas. Ante la pregunta de los periodistas, la ministra de Sanidad acaba de patentar un nuevo juego de palabras. Se le preguntó si se iba a plasmar en ley la clonación con pretendidos fines terapéuticos, a lo que contestó que el término "clonación" suena fuerte y puede encontrar un rechazo social. Por eso, propone llamarla "transferencia nuclear". Así, añadía, a lo sumo en dos años y a petición de los investigadores, las leyes de reguladoras de la reproducción humana habrán dado un paso hacia el futuro.
Ahora bien, si el futuro es que se puede matar a unas personas porque se quiere curar a otras, el término genocidio parecería el más adecuado. Hasta hoy, al uso inadecuado de las palabras para ocultar la realidad se le ha llamado "engaño". Claro, eso suena fuerte. Seguramente, por eso, a partir de ahora, los ideólogos que apalean a la realidad y a los diccionarios con igual pasión, tendrán que inventar otra nueva palabra.
Andrés Jiménez
ajimenea@cfnavarra.es