Lo pequeño y lo grande no debe ser motivo de exclusión. Un país que ansíe supervivencia, desarrollo y progreso debe integrar; jamás desmembrar.
Así sucedió con las medievales Aragón y Castilla. Sus reyes y estadistas concluyeron la celebración de un "matrimonio de conveniencia" que gracias a don Fernando, doña Isabel y sus estrategas asesores conformaron España en la naciente modernidad.
Sin duda la fortuna les sonrió (desalojaron al Islam de Iberia y lograron descubrir, conquistar y colonizar un feroz ignorado continente): ¡siempre integrando! Hijos, nietos y biznietos de estos pioneros de la "política global de la época" pudieron, con grandes sacrificios y el de sus pueblos, establecer un mundo de oportunidades que mereció ser vivido por los hombres de buena voluntad.
Los altibajos de la historia nos presentan momentos de pérdidas y más pérdidas para España.
Pero el siglo XX, a pesar de su predominio de violencia, logró ser sorteado por hombres capaces, inteligentes y laboriosos que al servicio de una patria (España) supieron con valentía, dignidad y voluntad llegar hasta a acordar los "Pactos de la Moncloa". Y aquí es donde debe recomenzarse el cuestionamiento al fracasado presente del siglo XXI.
Desde América hispana aporto esta opinión a los descendientes de comunes antepasados, recordándoles que los ancestros fueron capaces de lograr y sostener una España. Sus tesoneras voluntades lo hicieron posible.
Claudio Valdez