11 millones de inmigrantes indocumentados (en Europa les llamamos ilegales) pueden ser legalizados en Estados Unidos. Barack Obama (en la imagen) salda su deuda pendiente de la primera legislatura con la comunidad hispana, la que le he llevado al poder en ambas legislaturas, especialmente en la última campaña electoral, cuando Rommey alcanzó el empate con el candidato demócrata. Los republicanos se han sumado a la reforma por la misma razón: perdieron las elecciones por el voto hispano.
La noticia es buena. Primero porque la única política cristiana respecto a la inmigración es la de las fronteras abiertas, la que ha sido la tónica común en la historia de la humanidad. Y encima, en el presente caso, se trata, en su mayoría, de inmigrantes hispanoamericanos. Estupendo.
Ahora, lo único que hay que desear es que cada una de las dos comunidades aporte lo bueno y orille lo malo. La inmigración hispana en Estados Unidos aporta su sentido romano de la existencia, católico, si lo prefieren. Es decir, aporten la radical igualdad entre todos los hombres y todas las razas, en cuanto todos son hijos de un mismo Dios. Insisto: la 'ideología católica' sólo tiene un mandamiento: el hombre, antes que la humanidad, es sagrado. No puede dar razón de su existencia pero todos los esfuerzos políticos deben ir dirigidos a él. Esa es la aportación hispana a la sociedad norteamericana.
Al mismo tiempo, el carácter anglosajón, marcado por el calvinismo, perderá con la integración de los hispanos su tendencia racista, por aquello del determinismo filosófico. En plata: si a alguien le va mal la culpa no es de las circunstancias sino del sujeto agente. La predestinación es como un losa de tristeza que el mundo anglosajón soporta desde hace cinco siglos.
Ahora bien, los hispanos también deben aprender de los anglosajones: la convicción calvinista de que a la gente hay que enseñarle a valerse por sí misma y que la cultura del esfuerzo y del mérito deben sustituir a la de convertir todo deseo en derecho. Derechos que deben proporcionarme los demás, especialmente ese 'los demás' que en la Europa del Bienestar confundimos con el Estado. Norteamericanícense los hispanos e hispanícense los estadounidenses. Ambos saldrán ganando. Y el proceso es posible, por su raíz cristiana.
Posdata. Cuando hablo de raíces cristianas no me refiero a que católicos hispanos o evangelistas anglosajones sean píos seguideros de la norma de su Iglesia de Roma o de las comunidades protestantes. Por ejemplo, los hispanos norteamericanos parecen no tener claro las clarísimas enseñanzas de la Iglesia sobre el aborto y sobre un partido demócrata empeñado en cargarse el derecho a la vida. Pero se trata de la filosofía, del sentido de la vida de los hispanos que no son santos, pero sí tienen una cosmovisión católica de la existencia, como los anglosajones la tienen luterana. Su común denominador es Cristo. Por taño, la fusión es posible, si, en la simbiosis, cada cual desecha lo malo y conserva lo bueno. Los hispanos tienen mucho en común con los anglosajones, lo que no puede decirse de éstos con los budistas o con los islámicos.
Eulogio López
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