La obsesión por las sociedades anónimas está dejando en manos de la iniciativa privada actividades cuya gestión precisa algo más que el mero ánimo de lucro. No sólo ánimo de lucro, sino que tampoco se puede aplicar a determinados sectores el criterio único de eficacia, muy deseado tanto por la izquierda como por la derecha, ambas contaminados de un liberalismo más absurdo que salvaje. Y uno de esos segmentos económicos que se resisten a la eficiencia es el cuidado de los ancianos.
Hoy en día, muchas grandes empresas, especialmente las sanitarias privadas, se han lanzado a construir residencias de la Tercera Edad, simplemente porque hay muchos ancianos, es decir, muchos clientes. Uno de los más activos es la combinación Sanitas-Eulen. Lo que ocurre es que para hacer buenos negocios no sólo hace falta demanda, sino también margen. Y si se quiere dar una atención humana al enfermo, especialmente al enfermo impedido o senil, el margen no aparece por sitio alguno.