Sr. Director:

Es cosa sabida, a fuer de evidente, que el actual Gobierno socialista está haciendo lo posible (e imposible) por hacer desaparecer a la Iglesia del plano público y, de paso, arrastrar consigo cuanto pueda en el ámbito privado.

Queriendo hacernos comulgar con ruedas de molino, y erigiéndose en dueño de la ley y la verdad, pretende que veamos como bueno y fuente de progreso aquello que no es sino perversión y regresión. Con una sutil navaja dividen el tiempo queriendo marcar un antes y un después en la vida de un embrión humano, como si el ser "asesinable" fuera cuestión de tener un día más o menos, de vivir nadando plácidamente en el líquido amniótico o respirando el aire de la biosfera. Igualmente, pretenden que pensemos que da lo mismo ser heterosexual que homosexual, que yo puedo formar una "familia" con uno de mi sexo, del sexo contrario o, puestos a respetar presuntas libertades, con mi súper-cariñoso perro, o con dos varones y tres mujeres, porque abierta la puerta a la contradicción. ¿Qué más da uno que veinte?

Decía Dostoievski que si Dios no existe, todo está permitido. Evidente. Si no hay Alguien que fije las reglas del juego para todos, nosotros nos hacemos dueños de esas reglas, y por tanto del juego y de los jugadores, ponemos castigo a los perdedores y damos el premio que nos da la gana a los ganadores. Determinamos quién puede jugar y cómo y quién debe ser expulsado del juego.

Servidor ha nacido en 1974. Fui bautizado cuatro años antes de que la mayoría de los españoles me "impusieran" sus reglas del juego en una Carta llamada Magna que también llaman Constitución Española. Muchos de ellos, sin duda, votaron con sincero corazón, pensando que lo mejor para nuestro país era esa Constitución. Muchos otros votaron a favor de la misma con la intención de que ésta fuera un instrumento poderosísimo, capaz de contentar a todos y, al mismo tiempo, una espada de doble filo que fuera capaz de defender y atacar según quien la blandiera. A mí, por cierto, no me pidieron opinión. Si ahora me la pidieran, votaría que no a la Constitución, sabiendo que el decir esto es tanto como acusarse ante la policía de la peor de las masacres, ser un proscrito, incivilizado, antidemócrata –calificativo que por otra parte para mí tomo gustoso–. Es esta una posición que me inhabilita para ejercer cargos públicos, y me hace traidor a la Patria y autor de un delito de lesa majestad.

Señores, seamos serios. Si resulta que gracias a la Constitución tengo derecho a matar niños antes de nacer, casarme con personas de mi sexo y de paso adoptar niños, si tengo el deber de colaborar con mi contribución fiscal a comprar preservativos y regalar píldoras abortivas, a permitir que la gente pueda ir enseñando sus "desvergüenzas" en bici o en monopatín a la vista de todo ojo u objetivo, y muchas más cosas de este tenor. Si ser constitucional significa todo esto, quede claro que yo me borro de la lista. Estoy convencido de que a medio plazo nos meterán en la cárcel por ser anticonstitucionales. Nos harán tragar la Constitución Europea como hicieron tragar a nuestros padres la española. Una Constitución que el 90 (ó más) por ciento de la gente no tiene ni idea de qué va ni de qué viene, y que parece solamente sonar a lo mismo que una moneda cuando la tiro al suelo.

Tolerar significa permitir algo que no se tiene por lícito. Es decir, que tolerancia significa permitir lo malo, no aprobarlo como bueno. Cuanto más tolerante soy, más manifiesto que hay realidades perversas en la sociedad. No, yo no quiero ser tolerante. Yo respetaré siempre a las personas, pero no me pidan que respete las ideas que no comparto. Lucharé con mi vida por la verdad y contra el error, aunque me cueste la sangre. Si alguien la quiere, aquí me tiene.

Roberto de Tapia

frayrober@hotmail.com