La primera reacción, la más generalizada es la más simple: el caso CCM significa que el modelo de cajas, su naturaleza jurídica, no funciona. Hay que privatizarlas, convertirlas en sociedades anónimas, que es lo que siempre ha querido el poder, tanto el PP como el PSOE -o al menos buena parte de éste, todos aquellos que cobran de las cajas-. Pero no es verdad: las cajas no quiebran porque no sean privadas, sino porque han traicionado su espíritu mutual: son políticas. Quiebran porque hacen demasiado caso de los políticos pero, aún peor, porque hacen demasiado caso del mercado. Traicionan su identidad corporativa y su naturaleza jurídica cuando juegan, por ejemplo, a operaciones apalancadas. Por decir algo, ¿qué se le ha perdido a Caja Madrid en créditos a promotores inmobiliarios avalados por las mismas acciones de las propias promotoras? O aquellas operaciones de capital-riesgo, donde las cajas actúan como prestamistas con el propio aval de las acciones de las sociedades compradas, es decir, con un grado de apalancamiento imposible.
Lo mismo puede decirse de los fondos de alto riesgo, de la especulación bursátil, de los sofisticados productos de banca privada con inversión en las firmas de Wall Street a la que no hay forma de controlar. ¿Qué opina una caja de ahorro en todo eso?
Por tanto, no fracasan porque fracasa el modelo, sino por traicionar el modelo. Que vuelva a ser lo que siempre fueron entidades mutuales, creadas por la Iglesia o los ayuntamientos para que los pobres pudieran acceder al crédito, especiadamente al microcrédito y al hipotecario.
Eulogio López
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