Al inicio de la Cuaresma, el cardenal de Sevilla, Carlos Amigo, publicó  una carta pastoral sobre la corrupción.

Sr. Director:

Ha pasado casi desapercibida y no ha encontrado el debido eco en  los diversos medios, dada la barahúnda de noticias políticas, crisis, recesiones y escándalos de todo tipo, difundidos por doquier.

El tema de la corrupción política y social está a la orden del día, pero la causa verdadera, como hace mención el cardenal, radica en la corrupción personal. Parece oportuno reseñar el contenido del escrito pastoral, transcribiendo lo esencial del mismo. 

El pecado es la mala voluntad del hombre libre, que se empeña en volver las espaldas a Dios. Quien hace mal a los ojos de Dios, cae en la injusticia y el desprecio a los demás. El pecado es como un cáncer invisible que va matando lo mejor que puede haber en la persona: la capacidad de respetar y querer a sus semejantes. El pecado hunde en la inmensa tristeza de haber caído en la peor de las corrupciones: la de uno mismo.

Ha perdido su propia identidad como persona y, por supuesto, como cristiano. Pero en el camino del retorno siempre está abierta la puerta de la misericordia. Buena oportunidad a todos, antes de celebrar la Pascua, para sanar, curar y purificar nuestra alma de toda corrupción, acudiendo confiados a la misericordia infinita de Cristo, en el sacramento de la Reconciliación.

Miguel Rivilla San Martín

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