No se pueden abrir las fronteras a los productos y a los capitales sin abrirlas a las personas, es decir, a los emigrantes.

Es lo que pretendía George Bush y pretende Barack Obama: libre comercio desde Alaska a Tierra de Fuego, algo que sólo le beneficia a él, claro está. La diferencia es que Obama tiene el apoyo del sistema mediático internacional, y ha pasado por la Cumbre de las Américas como el hombre que le tiende la mano a Fidel Castro. Pero es lo mismo ALCA: un acuerdo de libre comercio que pretende igualar los desiguales, es decir, que beneficia a Estados Unidos y Canadá y perjudica a Hispanoamérica.

El ALBA de Hugo Chávez es aún peor. Una mezcla panhispana de marxismo e indigenismo que pretende una dictadura de cleptómanos y revolucionarios liberticidas en toda la zona.

Ni ALCA de Obama ni ALBA de Chávez. La alternativa es la Hispanidad, un conjunto de países con una misma cultura donde España y Portugal sirven de enlace entre Europa, creadora del estado del Bienestar -quieren reducirse en el Viejo Continente y ampliarse en el nuevo- y que sirva de continuidad a una colonización modélica -la española y portuguesa- al menos comparada con la anglosajona en Estados Unidos, que no colonizó nada: aniquiló a los nativos y sustituyó por los colonos. Así progresaron más deprisa. Claro, es que la ingeniería social es más rápida y eficaz que la ayuda al desarrollo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com