Uno de los pocos políticos argentinos que ha conseguido el respeto de los argentinos

Raúl Ricardo Alfonsín nació el 12 de marzo de 1927 en Chascomús, una ciudad agropecuaria de la pampa bonaerense, tranquila como las aguas de su laguna.

Su padre, Serafín Raúl Alfonsín Ochoa, era hijo de un inmigrante gallego republicano, fundador del almacén de ramos generales que heredó y donde trabajó toda su vida. Su madre, Ana María Foulkes, era criolla por rama materna y de ascendencia inglesa, y noble por rama paterna. De ellos, decía Alfonsín, heredó la pasión por la política, su respeto por el disenso y su convicción democrática.

Desde muy joven abrazó la política con pasión. Se afilió a la Unión Cívica Radical (UCR) en 1946 y tres años más tarde se casó con María Lorenza Barrenechea, su mujer de toda la vida. En 1950 se graduó como abogado en la Universidad Nacional de Buenos Aires, luego de haber rendido como estudiante libre buena parte de las materias y sin haber abandonado Chascomús. Su falta de contacto con la gran ciudad politizada no le impidió la militancia local, y desde el Movimiento de Intransigencia y Renovación de la UCR fue elegido concejal de Chascomús en 1951.

Raúl Alfonsín, el primer presidente de la última etapa democrática argentina, murió ayer en su departamento de Barrio Norte, en la ciudad de Buenos Aires. Tenía 82 años y sufría de cáncer de pulmón con metástasis ósea, un cuadro que desde el fin de semana se había complicado por una neumonía.

Alfonsín murió mientras dormía, acompañado por sus familiares más cercanos: sus hermanos, sus hijos y algunos de sus nietos.

Monseñor Justo Laguna obispo emérito de la localidad de Morón, y amigo de la familia, le administró los santos óleos. "Todo ocurrió con suma tranquilidad, con todos sus familiares alrededor", contó el obispo, que había llegado para su visita de la noche y lo atendió en sus últimos momentos.

En la calle, una multitud lloraba al hombre que había encarnado el regreso de la democracia después de la dictadura. Una cureña desde el Congreso hasta el cementerio de la Recoleta. Los restos de Alfonsín descansarán en la bóveda de los Caídos en la Revolución Argentina de 1890, hasta que esté listo un mausoleo que se prepara para albergarlos.

En resumen, Alfonsín ha sido uno de los pocos, poquísimos políticos argentinos que consiguió el respeto de los argentinos.