El mendigo de la iglesia a la que acudo cada mañana me entrega mi ejemplar de Negocio (se lo siso al de un banco cercano y me hace el resumen del día): "Hoy estoy más enfadado que ayer. Está bien esto de que lo paguemos los pobres".

Pues tiene toda la razón. En un estupendo trabajo periodístico, La Gaceta de los Negocios se concluye que el Estado USA se ha gastado 314.000 millones de dólares en el rescate de grandes firmas de inversión, hipotecarias o aseguradoras, que se habían dado a la especulación rampante. El periódico lo compara con el coste de la guerra de Irak: una tercera parte, que ya está bien.

Y ojo, porque ahora los especuladores se han aprendido la lección: podemos seguir haciendo el burro porque tenemos chantajeado al Estado. Hemos incendiado una inmueble donde no sólo vivimos nosotros, sino personas honradas que no tienen ninguna culpa, y el Estado no puede permitir que se queden sin su dinero, entre otras cosas porque a lo peor no votan al Gobierno. Como diría el ínclito Eduardo Barreiros: "Ya debo 1.000 millones, ya puedo dormir tranquilo: mi deuda es una deuda de Estado".

Ahora bien, mi mendigo favorito ha pergeñado un tan somero como espléndido análisis, pero necesita un matiz: las barrabasadas de los grandes ricos no las pagan los pobres, sino los pequeños, que nunca son ricos pero tampoco tienen que ser pobres de solemnidad: son particulares, que viviendo de su trabajo o de su empresa, no de la economía financiera, que es virtual. Un poner, que es un caso real: Un operador de Lehman llama a una gestora de fondos para ofrecerle un producto -garantía Lehman-. Si la gestora lo hubiera comprado, el comercial se habría llevado su comisión, y Lehman hubiera aplicado ese dinero probablemente a futuros o a swaps, en el mejor de los casos a capital-riesgo. En definitiva, ese dinero no iba a apoyar ninguna actividad productiva, sólo iba a girar sobre sí mismo o sobre productos similares, eso sí, con garantía Lehman y a costa del partícipe de los fondos de la gestora, el pequeño. Ya se sabe dónde está ahora la garantía. Economía virtual totalmente ajena a la economía real.

Curiosamente, Rodríguez Zapatero ha acusado a George Bush de ser muy poco liberal. Tiene toda la razón: no se puede salvar a Lehman con dinero público, dinero de todos. Y lo mismo podría decirse de Merrill Lynch o de la tambaleante Morgan Stanley, que esto no ha hecho más que empezar.

La regla general debería ser la siguiente: Si un banco entra en crisis, primero hay que pagar a los depositantes, luego a los suscriptores de productos especulativos, finalmente a los accionistas del propio banco. En definitiva, en orden inverso a la intensidad de la burbuja. Pero ojo, si ni tan siquiera hubiera dinero para los depositantes, éstos deben quedare son sus ahorros. Es duro, sí, pero es la única forma de que terminar con la especulación.

Insisto, la única idea sensata, aunque mínima, de toda la crisis norteamericana, es la puesta en marcha por la SEC, el regulador bursátil norteamericano: prohibición expresa de realizar determinadas operaciones puramente especulativas, que dañan a las empresas, en este caso las compras en descubierto. Por ejemplo, un especulador piensa que un valor va a bajar, entonces compra a un broker una serie de acciones con pacto de recompra. Las vende deprisa y espera a que bajen para recompararlas y devolverlas, con la correspondiente ganancia. El mercado pierde, todos los ahorradores pierden, pero él sin haber contribuido para nada al bien común. Todo lo contrario: ayuda a que la empresa se devalúe aún más en Bolsa. Y así, cuando la compañía quiera hacer una ampliación de capital para invertir y crear riqueza, obtendrá menos dinero del previsto, si es que obtiene alguno.

En definitiva, hay que volver a Chesterton: el problema no está entre liberalismo y socialismo sino, como siempre, entre lo grande y lo pequeño: unos pocos grandes gestores, los intermediarios bursátiles, se han hecho con el ahorro de muchos pequeños y le han llevado a la ruina. Y es que todo lo que crece es ingobernable. Hay que evitar que los mercados financieros especulativos, especialmente el secundario, sigan creciendo, prohibiendo la economía virtual o friéndola a impuestos. No, resulta muy liberal.

Para el que quiera saber más de lo que significa la economía financiera, el casino de las Bolsas mundiales, que lea el espléndido anónimo de los monos que circula por Internet.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com