Estimado Sr:
Me veo obligado a enviarle esta nota, para comentarle acerca del pequeño jaleo originado en la Cámara que usted preside, sobre una moción para reprobar a Su Santidad el Papa por unas declaraciones hechas por aquel en viaje pastoral a África.
De momento sólo el Parlamento belga (símbolo de la extraña situación política de dicho país) y el español se han pronunciado o previsiblemente pueden hacerlo sobre una cuestión que no les atañe en absoluto.
Usted, como representante de los ciudadanos, ha manifestado y es partícipe de la idea de separación Iglesia-Estado que ahora y sin embargo el Congreso se empeña en tirar por tierra. Ningún artículo de la Constitución (66 y siguientes) a la que usted alude para dar curso a la moción presentada por su señoría Herrera, ampara o da competencias para evaluar y pronunciarse sobre la doctrina u opiniones de una autoridad espiritual en el extranjero y para el extranjero; lo contrario, enjuiciar al Papa en juicio político por sus declaraciones, es una muestra de cesaropapismo e injerencia importuna. Y puesto que de importunidades hablamos, el Reglamento del Congreso (especialmente en su artículo 194) da pie para que la Mesa que su señoría también ha de honrarse en presidir decida la admisibilidad de dichas mociones.
Claro es que ello faculta en términos no sólo de legalidad sino de oportunidad sobre las "proposiciones no de ley", por lo que la Mesa es plenamente libre de admitirlas o no, como acontece en la práctica totalidad de países occidentales.
Teniendo en cuenta esa libertad de albedrío a que hago referencia en el párrafo anterior, cada miembro de la Mesa está capacitado para expresar uno u otro voto, por lo que a nadie puede obligar (ni obliga) ninguna norma a la hora de expresarse, salvo que admitir la moción constituyese una flagrante ilegalidad (que tampoco es el caso). En esta legislatura, la prensa nos indica al menos ocho casos en que no se admitieron diversas mociones, probablemente porque el órgano competente entendió que no procedían en ese momento o en ninguno, o que simplemente no eran adecuadas, sin entrar en disquisiciones de legalidad.
El "imperio de la ley" que usted y otros miembros de la Mesa arguyen no es más que una excusa pomposa y elegante para justificar el que la izquierda más extrema pretenda "meterle el dedo en el ojo al Papa" en lugar de ocuparse de la crisis económica. En este sentido, su señoría Herrera es diputado por Barcelona, ¿por qué no se dedica a instar mociones para paliar el paro en el cinturón industrial de su ciudad en lugar de enfadarse por lo que el Santo Padre diga en Camerún? Creo que resulta absolutamente inadecuado hacer anticlericalismo barato en las Cortes, máxime cuando la opinión de un afamado profesor de Hardvard y experto en cuestiones de SIDA (Edward Green) da en líneas generales, la razón al Santo Padre en su posición sobre la penosa realidad del SIDA. ¿Qué "expertos" amparan en la moción al diputado Herrera o a las Cortes?
Resulta terriblemente enfadoso (cuando no totalitario) que las Cortes sean jueces de la opinión ética de una autoridad espiritual, que además es Jefe de Estado. En lugar de ello, parece que las Cortes deben adecuarse a ese imperio de la ley que la Constitución cifra, y es que su labor es la de ser órgano legiferante, aprobar los presupuestos del Estado (por cierto, ahora mismo con un déficit en clara contradicción con las disposiciones de la Unión Europea, que también son parte del orden jurídico) y controlar la acción del Gobierno, no la de la Iglesia.
Al mismo tiempo, nadie acierta a explicarnos por qué si la ley obliga a la admisión de la moción, unos diputados votan a favor y otros en contra. Si había de votarse a favor merced a la ley, ¿acaso los votos en contra eran ilegales? Cuestión esta que habría que preguntar a sus atribuladas señorías del principal partido de la oposición que tanto se escudan en el Derecho sin conocerlo.
En fin, su señoría, que es jurista por una competente universidad, maneje sabiamente el gobernalle de la Cámara (o como usted dice, sea "guardia urbano" en ella) y haga cumplir la ley, pero no confunda ni nos confunda, que aquí la ley no se contrapone al Papa, ni todas las mociones tienen por qué ser admitidas, ni la ley obliga a "tragar" con toda la faramalla que un diputado ocioso y rabioso pretenda debatir.
Francisco Ángel López
lopcabfr@jcyl.es